30/3/10

Tacharse al moro

Lo bueno del muestreo de mosquitos es que, a pesar de las largas horas encorvado clasificando las capturas, queda todavía bastante tiempo libre que dedicar durante el día a visitar algunos lugares; desde luego mucho más que cuando estamos anillando. La Cueva del Moro, en el cerro al norte de la playa de Bolonia, fue uno de nuestros destinos tras dejar un atardecer las trampas conectadas: en su interior anida lo que, para seducir a Sofía y a Samu de que me llevasen hasta allí, describí como “un proceso biogeográfico en acción”.
Así luce la boca de la cueva desde la mitad de la ladera. Subir hasta allí andando resulta bastante penoso por lo empinado de la senda... pero ya que se puede subir en coche, pues no hay ningún problema. El “proceso biogeográfico” no era otro que el vencejo moro Apus affinis, del que ya he hablado aquí en otra ocasión. Dicha cueva es uno de los lugares de nidificación tradicionales en la Península, y como queda tan cerca de ese must see ornitológico que es Tarifa son legión los pajareros que, como estábamos haciendo nosotros, suben hasta allí para tachárselo cómodamente...

El cartelito de la foto es un típico en los reports ornitológicos que incluyen una visita a esta cueva (y en los no ornitológicos); reports como los que Javi amablemente me envió para preparar esta parte del viaje.
Y delante de ustedes, la Cueva del Moro. Con un poco de mala suerte, como tuvimos nosotros, se encontrarán en el aparcamiento de debajo un par de belgas que en un inglés titubeante le dirán que sí, que aparecieron little swifts hace media hora y que no los han vuelto a ver... Pero que hay ¡un macho de blue trush! (y no os digo lo que pensé que podrían hacer con el roquero solitario en ese momento; y eso que es un bicho que me gusta bastante...).

Siempre puede uno hacer tiempo contemplando las vistas que de la playa de Bolonia hay desde el mirador, frente a la cueva. Tenía un miedo razonable de que a Sofía y a Samu se les agotase la paciencia y quisieran irse de allí, máxime cuando el día estaba ya más que de caída. Contra todo pronóstico, y cuando ya la luz escaseaba de verdad, apareció un precioso vencejo moro: minúsculo, con un aleteo frenético más de murciélago que de ave; una preciosidad, vamos :-) ¡Objetivo conseguido!

Últimamente parece que en todas las salidas que hacemos acabo haciéndome una foto junto a un perro. En esta, a falta de perro, bien vale una cabra de las que triscaban por allá...

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