16/3/08

La marcha verde

En fechas como hoy, echo mucho de menos Roma. Me habría gustado estar ahí, como hace un par de años, en Misa en la Plaza de San Pedro y gritando después bajo la ventana del Papa junto al resto de los participantes en el Congreso UNIV, esperando a que Benedicto XVI saliese a saludarnos. Máxime cuando viendo un rato por la tele la ceremonia con mis abuelos han sacado durante unos segundos un plano de don Federico, el cura con el que hablo en Madrid; ¡menuda envidia me ha dado...!
Pero, a falta de pan, no se está tan mal en mi parroquia, Santiago das Caldas; que pese a estar dentro de la ciudad guarda todo el encanto de una parroquia rural, con curas que hablan gallego no normativo y multitud de abueletes y nietos que se lo pasan bomba en las procesiones. Hoy, Domingo de Ramos, hemos recorrido antes de Misa las calles del barrio, una pequeña marea de ramas de olivo y laurel. Se leen hoy dos evangelios: el primero, durante la bendición de los ramos, antes de que empiece propiamente la Eucaristía, recuerda el recibimiento gozoso que dieron a Cristo en Jerusalén. Después, en el propio de la Misa, se lee el relato completo de la Pasión. No hay que olvidar que los mismos que hoy aclaman a Jesús como su Salvador, pedirán a voces que se le crucifique dentro de sólo cinco días... Hay que ver, qué rápido cambiamos de opinión según dónde sopla el viento.

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