Cuando estudiaba en Santiago me encantaba tener clase los viernes por la mañana. No sé por qué extraño motivo meteorológico, por muy malo que hiciese durante la semana, el viernes solía amanecer despejado. La marabunta de universitarios que ocupara las calles del centro la noche anterior estaba durmiendo la mona en sus pisos, y apenas se veía a nadie por el casco viejo; si acaso operarios de la limpieza recogiendo los restos de algún botellón, y refrescando el ambiente a manguerazos. Los peregrinos del vino, arropados a partes iguales por chupas de cuero y perros mestizos, se calentaban sentados en las escaleras de
Hoy tendría que haber ido a Coruña, pero falló a última hora la cita (tanto mejor, una excusa perfecta para acercarme a la ciudad herculina más adelante en estas vacaciones), así que pude recordar los paseos por Santiago de mi etapa de estudiante. Sólo han pasado unos meses, pero…
21/12/07
Los viernes al sol (de la Quintana)
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