Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
y llorábamos acordándonos de Sión.
De los sauces que hay en medio de ella
colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos tenían cautivos nos pedían canciones,
los que nos habían llevado atados, alegría.
"Cantadnos algunos de los cantos de Sión".
¿Cómo habíamos de cantar las canciones de Yavé
en tierra extranjera?
Si yo me olvidara de ti, Jerusalén,
olvidada sea mi diestra.
Péguese mi lengua al paladar
si no me acordara de ti,
si no pusiera a Jerusalén por encima de mi alegría.
Recuerda, ¡oh, Yavé!, a los hijos de Edom el día de Jerusalén,
los que decían: "¡Arrasad, arrasad hasta los cimientos!"
Hija de Babel, la devastadora,
dichoso el que te diere el pago
que a nosotros nos diste.
¡Bienaventurado quien cogiere y estrellare
contra la roca a tus pequeñuelos!
El Salmo 137 (que seguramente os resulte más conocido por la versión musical que del mismo hicieron Boney M) pertenece al conjunto de los Salmos de la Cautividad, en los que el pueblo de Israel, cautivo y deportado, llora por la tierra perdida. Y esto en Etología tiene un nombre: Filopatría. La filopatría es la tendencia que presentan ciertos animales (migrantes o no) a volver a su territorio habitual tras haberlo abandonado.
En el IMEDEA recibíamos de vez en cuando científicos visitantes, que venían con sus datos para que los de mi grupo los viesen e intentar sacarles todo el jugo posible. Uno de ellos fue Rubén, estudiante de doctorado de la Universidad “Miguel Hernández” de Elche, que trabajaba con la tortuga mora Testudo graeca.
En un seminario, entre otras muchas cosas, nos habló de que estas tortugas presentaban una filopatría muy acusada. Nos contó el caso de no sé qué autopista que construyeron en una zona muy tortuguera, en Murcia. A medida que la maquinaria iba desbrozando y aplanando el terreno, ellos recogían las tortugas que iban apareciendo, aprovechaban para marcarlas y colocarles un trasmisor de radio, y las liberaban en otra buena zona para los quelonios a varios Km. de allí. Al comenzar el seguimiento de los ejemplares radiomarcados, comprobaron cómo todos se dirigían en línea recta hacia la zona de donde los habían desalojado. Es un hecho notable, ya que si bien no se las habían llevado muy lejos, la distancia era varias veces superior a la del dominio vital usual de estas tortugas, por lo que ninguna conocía el territorio como para “saberse” el camino de vuelta. Nos pintó un cuadro patético, de decenas de tortugas caminando desorientadas entre camiones y apisonadoras, buscando sin hallarlas sus antiguas madrigueras...
... Unos días más tarde, ya sólo quedaba allí una tortuga, pues las demás, resignadas, se habían ido reinstalando en el monte de los alrededores. La señal de radio no mentía: El bip-bip del emisor procedía de debajo del asfalto de la nueva autopista...
y llorábamos acordándonos de Sión.
De los sauces que hay en medio de ella
colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos tenían cautivos nos pedían canciones,
los que nos habían llevado atados, alegría.
"Cantadnos algunos de los cantos de Sión".
¿Cómo habíamos de cantar las canciones de Yavé
en tierra extranjera?
Si yo me olvidara de ti, Jerusalén,
olvidada sea mi diestra.
Péguese mi lengua al paladar
si no me acordara de ti,
si no pusiera a Jerusalén por encima de mi alegría.
Recuerda, ¡oh, Yavé!, a los hijos de Edom el día de Jerusalén,
los que decían: "¡Arrasad, arrasad hasta los cimientos!"
Hija de Babel, la devastadora,
dichoso el que te diere el pago
que a nosotros nos diste.
¡Bienaventurado quien cogiere y estrellare
contra la roca a tus pequeñuelos!
El Salmo 137 (que seguramente os resulte más conocido por la versión musical que del mismo hicieron Boney M) pertenece al conjunto de los Salmos de la Cautividad, en los que el pueblo de Israel, cautivo y deportado, llora por la tierra perdida. Y esto en Etología tiene un nombre: Filopatría. La filopatría es la tendencia que presentan ciertos animales (migrantes o no) a volver a su territorio habitual tras haberlo abandonado.
En el IMEDEA recibíamos de vez en cuando científicos visitantes, que venían con sus datos para que los de mi grupo los viesen e intentar sacarles todo el jugo posible. Uno de ellos fue Rubén, estudiante de doctorado de la Universidad “Miguel Hernández” de Elche, que trabajaba con la tortuga mora Testudo graeca.
En un seminario, entre otras muchas cosas, nos habló de que estas tortugas presentaban una filopatría muy acusada. Nos contó el caso de no sé qué autopista que construyeron en una zona muy tortuguera, en Murcia. A medida que la maquinaria iba desbrozando y aplanando el terreno, ellos recogían las tortugas que iban apareciendo, aprovechaban para marcarlas y colocarles un trasmisor de radio, y las liberaban en otra buena zona para los quelonios a varios Km. de allí. Al comenzar el seguimiento de los ejemplares radiomarcados, comprobaron cómo todos se dirigían en línea recta hacia la zona de donde los habían desalojado. Es un hecho notable, ya que si bien no se las habían llevado muy lejos, la distancia era varias veces superior a la del dominio vital usual de estas tortugas, por lo que ninguna conocía el territorio como para “saberse” el camino de vuelta. Nos pintó un cuadro patético, de decenas de tortugas caminando desorientadas entre camiones y apisonadoras, buscando sin hallarlas sus antiguas madrigueras...
... Unos días más tarde, ya sólo quedaba allí una tortuga, pues las demás, resignadas, se habían ido reinstalando en el monte de los alrededores. La señal de radio no mentía: El bip-bip del emisor procedía de debajo del asfalto de la nueva autopista...
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