Aunque no haga más que quejarme del frío que hace (y ahora con mayor objetividad, ya que de camino a Esporles cada mañana veo la escarcha velando de blanco la hierba de los prados), la verdad es que en relación a la península la temperatura aquí es bastante soportable. Prueba de ello es que en parques y jardines de la ciudad se ven creciendo al aire libre especies de plantas que uno está acostumbrado a considerar como plantas de interior. Y creciendo “en libertad”, sin las limitaciones de espacio y nutrientes que supone la vida en una maceta, las hay que se sueltan la melena y crecen que da gusto.
Un ejemplo notable en Palma son las distintas especies de higuera (género Ficus) que crecen en muchas calles, como el árbol del caucho Ficus elastica que aparece en la foto a la izquierda de la lonja (y detrás de mi hermano; es una foto de cuando vinimos en verano los dos), que normalmente no es si no un único tallo con hojas sobreviviendo en la esquina de algún despacho. Además, el tener las calles llegas de higueras trae un beneficio añadido: los higos. No serán higos grandes de frutería, pero sí que son comestibles; y los higos negros y pequeños como un garbanzo de las higueras del Passeig Mallorca, o los algo mayores y pardos del Parc de la Mar, nos han entretenido a lo largo de todo este otoño a las cotorras argentinas y a mí.
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