1/9/11

Lloreras labo-rales

Mi trabajo en el laboratorio lleva normalmente su tiempo: desde que empieza uno con una muestra dada hasta que obtiene el resultado final pasan varios días y hay que hacer muchas cosas por el medio. Para poder más o menos trazar la calidad del trabajo realizado, uno cuenta con varios testigos que permiten saber si el paso que tocaba ha salido bien o no; y no encontrarse al final de todo con un lío ininteligible... Pero al hacer una PCR, mezclando tantas muestras y reactivos, son muchas las cosas que pueden salir mal; y muy difícil descubrir cuál (como ayer) es la que efectivamente salió mal. Y si (como ayer) uno apura el tiempo y en vez de una hace seis en una mañana, puede que (como ayer) al ver el resultado horrible de la primera empiece a temerse lo peor; pero que no le quede otra (como ayer) que echar toda la tarde comprobando los malos resultados de las otras cinco... un día glorioso, vaya; casi casi tenía la impresión de estar de vuelta en Suecia, donde en el laboratorio todo lo que podía salir mal salía mal. Y no es solo el tiempo que se pierde, sino la impotencia de ver cómo en un día tonto uno tira literalmente cientos de euros a la papelera; como si nos sobrase el dinero...
... y mi pulgar derecho, que ya cruje como un campeón. ¿Cuántas veces habré pipeteado ayer? ¿Y en esta semana? ¿Y en toda la tesis...? No está descrito en Medicina, que yo sepa; pero durante los picos de trabajo el “pulgar del becario”, como el codo de tenista, es una realidad. Tanto como el callo de la yema del pulgar izquierdo, de tanto abrir y cerrar eppendorfs... Bueno; hoy me lo tomaré con más calma.

1 comentario:

Javi Pato dijo...

Ánimos de vuelta para aquí también, que tienes razón y no sobran. :)