La obsesión por la seguridad con la que muchas veces se asocia a los americanos debe de ser común a todos los sajones... por la calle, en todos los locales; y hasta dentro de casa, las alarmas y señales de advertencia de todo tipo (esto quema, esto está frío, esto engorda, esto tiene nueces, esto puede matar, esto mata...) se hacen un poco agobiantes. Y en el IEB no podría ser de otra manera. Para tres meses que vamos a estar, nos han hecho apuntarnos ya a dos cursos de seguridad (uno general y otro de laboratorio); y hoy el encargado de seguridad del edificio nos ha dado una charla extensísima acerca de cómo actuar en las situaciones más dispares, y un montón de números de teléfono para hacer frente a alarmas de baja, mediana y gran intensidad. Total, que Sofía y yo hemos decidido que lo más sensato, por lo que pueda pasar, es pisar el edificio lo menos posible...
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