Este fin de semana por tierras de la Vera ha sido la mar de descansado: sueño tranquilo, paseos sin prisa, comida reposada y juegos de tablero. Los demás lo necesitaban más que yo, pero tampoco es que me haya quejado mucho... Además Valverde resultó ser un pueblo precioso, de plazas minúsculas, balconadas de madera y agua abundante corriendo por el medio de las callejuelas. El entorno, otro tanto; creo que propondré que volvamos este año en verano, cuando nos toque salir de nuevo a por currucas.
El sábado sí llovió algo, pero el domingo hizo un día precioso: ideal para (otra vez, y ya van cuatro este año...) visitar Monfragüe, a una hora escasa de camino desde allí. Yendo como íbamos en un plan tan relajado no se me hizo en absoluto pesado, y sin la “tensión” de tener que acumular especies y sacar bichos de debajo de las piedras (metafórica... y literalmente) para hacer rendir las horas pude disfrutar de los animales como hacía tiempo que no. Y además, con premio inesperado: siguiendo con prismáticos las golondrinas del Salto del Gitano, me topé de repente con... ¡un vencejo cafre Apus caffer! Este pequeño vencejo de origen africano, reconocible por la “V” blanca de su obispillo, comenzó a dejarse caer por la Península en la segunda mitad del S. XX, como ahora está haciendo el vencejo moro Apus affinis (aquí fotos de los dos juntos), y no es en absoluto una especie abundante. Cría únicamente en nidos desocupados de golondrina dáurica, delatando su presencia por las plumillas que adhiere a la entrada del mismo. Yo sabía que criaba en el Parque, pero como es una especie que llega de África tarde, hacia finales de mayo/junio, pues no la tenía en absoluto en la cabeza. Para nada había contado yo con tachar durante el fin de semana, así que la sorpresa y la alegría fueron mayúsculas...
Este macho de colirrojo tizón Phoenicurus ochruros parecía alegrarse conmigo, pese a la pobre foto que le hice.
Mientras, en la pared contigua, este avión roquero Ptyonoprogne rupestris del color de la piedra, parece preocupado ante la idea de que los vencejos cafres decidan asaltar también sus viviendas de barro.
Mientras, en la pared contigua, este avión roquero Ptyonoprogne rupestris del color de la piedra, parece preocupado ante la idea de que los vencejos cafres decidan asaltar también sus viviendas de barro.
Impertérrito en La Portilla, este pollo de búho real Bubo bubo recién levantado al caer la tarde, esperaba meditabundo el desayuno. Los pollos de las rapaces nocturnas saltan del nido enseguida, y a éste, que estaba ya bastante lejos de la repisa donde lo vimos hace dos semanas, nos lo hubiéramos comido de no ser... por las ¿cincuenta? personas que estaban enfocando al mismo cachito de acantilado. Incluyendo unos estudiantes de Forestales madrileños (del edificio de al lado) la mar de majos.
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