11/12/09

Costa este (SBT III)

Visitada la costa oeste, el lunes 30, con un día mucho más nublado, pero no lluvioso, nos dirigimos en sentido opuesto, hacia la costa este. De camino paramos en un lugar mágico: Fjällmossen. Es un área de bosques de turbera y abedules donde, por la mañana temprano, no se movían nada más que unas cuantas vacas que pastaban indolentemente bajo los árboles, indiferentes (acostumbradas, supongo) al paso de un par de gallardos jóvenes con telescopio.
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Al rato de llegar, de forma totalmente inesperada, apareció el primer bimbo del día: un alcaudón norteño Lanius excubitor; mucho más pálido y con más blanco en las alas que nuestro alcaudón real... Sin embargo la estrella del lugar, por la que todo el mundo acude a Fjällmossen, es incluso más espectacular. Llegamos por un camino embarrado hasta una torre de observación, y desde ella enfocamos expectantes una braña cercana. Tardaron en aparecer el tiempo justo para que nuestras ganas y consiguiente alegría fueran máximas: Volando sorprendentemente rápido para un ave de ese tamaño, uno, dos... y hasta seis preciosos machos de gallo-lira europeo Tetrao tetrix surgieron del bosque y se posaron en el claro. Fjällmossen debe de ser uno de los mejores lugares de Europa para ver la especie: En la primavera temprana se juntan allí los machos (según parece cada año menos, por desgracia) para cantar y pelear entre ellos, esperando ser los escogidos por las hembras que se acercan al lek.
Volviendo ya al coche, resultó que Fjällmossen nos guardaba todavía una sorpresa. Nos vimos rodeados de repente por uno de esos grupos de “páridos” tan típicamente invernales; y entre especies tan sugerentes como reyezuelos sencillos, agateadores norteños o mitos de los de cabecita blanca, apareció al menos un carbonero sibilino Parus montanus “de los de guía, de los de verdad”. Porque es una especie muy difícil de distinguir del palustre, de los que había varios también; pero éste lo tenía todo: color gris, panel en las primarias, “cuello de toro” y, sobre todo, el reclamo. Junto a este bimbo aparecieron también los segundos pardillos sizerines del viaje; pero éstos de la subespecie cabaret, los que crían en Centroeuropa y llegan por el norte hasta donde estábamos nosotros, de un tomo más pardo que los nominales. Y antes de subir al coche, una preciosa hembra de picamaderos negro Dryocopus martius; que está bien tachar de oído, pero mola mucho más ver al bicho, sobre todo si es tan bonito...


Nos costó dejar Fjällmossen, pero quedaba mucha Escania por ver. La siguiente parada fue la reserva natural de Äspet, una playa donde, además de asomarnos al Báltico por primera vez, se suponía que sin poner mucho esfuerzo podríamos tachar en tierra el escribano nival y el pardillo piquigualdo y en el mar la havelda, un pequeño pato nórdico. Huelga decir que ni unos ni otro (normal; con semejante frío yo me hubiera quedado en casa también...); pero ya que en la playa estaba claro que no había nada que rascar, mirando hacia el mar surgió la sorpresa: Volando de norte a sur a la distancia justa para poder identificarlo sin dudas pasó volando un colimbo chico Gavia stellata. Y todavía más: Posado en una baliza marítima, “invisible” por su inmovilidad a pesar de su enorme tamaño, estaba este txavalote: ¡Un pedazo de pigargo europeo Haliaeetus albicilla adulto! Un “águila” enorme (por afinidades taxonómicas es más bien un milano gigante) que impone su ley en costas y lagos de Europa oriental... Y tras observarlo un buen rato, vuelta al coche, que quedaba el más difícil todavía: Ländon. Allí, en una plantación de alerces (una curiosa conífera de hoja caduca), e integrado en un bando numeroso (¡ay!) de piquituertos comunes, “se supone” que había un macho de piquituerto franjeado. Por supuesto, y aunque agotamos casi la poca luz que quedaba observando decenas de piquituertos, que se movían como demonios de un lado a otro de la plantación, cogiendo piñas de los jóvenes alerces y subiendo a comérselas a los pinos mayores que medraban por el medio; el susodicho no apareció. Y es una pena, porque mira que es bonito... Los que sí lo hicieron fueron los ánsares campestres Anser fabalis, último bimbo del día, que predominaban en la zona sobre las demás especies. Esta especie era antaño abundante en invierno en tierras zamoranas, pero un cambio en sus áreas de invernada hace que ahora apenas se vena al año uno o dos en España. Justo antes de ponerse el sol aún pudimos ver en la bahía al norte de Ländon a unos cuantos centenares de estos gansos nadando tranquilamente mientras en la orilla se preparaban para dormir sobre unas peñas, cual hieráticas gárgolas góticas, nada menos que siete ejemplares juveniles de pigargo...

Magnífica visión con la que despedir el día... Lástima que la estropease el infernal retorno a casa: A la altura de Kristianstad la noche y un extraño de la carretera a punto estuvieron de llevarnos hasta la costa opuesta en vez de a casa; a donde llegamos a eso de las seis de la tarde, muertos de frío y, sobre todo, hambre; que no habíamos comido más que Doritos -jeje- y mandarinas desde el desayuno. ¡Qué sufrido es esto del xtrem-birding...!

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