Tanto pajareo empuja a la gente al límite, y el último día comenzaban a notarse los distintos puntos de vista que teníamos Javi y yo. Para él era el último de sólo 4 días en Suecia, para los que se había preparado a conciencia rutas y lugares a visitar y de los que estaba sacando un rédito en especies menor que el esperado. Para mí sin embargo era el último día de tres meses lejos de casa, después de tres jornadas de frío y falta de sueño donde además estaba ya saturado de tachar (12, llevaba yo). Así que el último día debió de ser para él, y ahora lo lamento, bastante duro; teniendo que tirar de mi cara larga de un lado a otro de la costa oeste...
Porque, para acabar, decidimos darle un repaso a los lugares visitados el domingo, intentando sacar algo nuevo. Comenzamos el día dando un repaso a la reserva de la isla de Rönnen, entre Utvälinge y Farhult. Nada más llegar, desde la carretera, la mirada despierta de Javi (pues yo iba medio dormido) localizó un “halcón” de aspecto sospechoso posado sobre la hierba. Bajó del coche y, parapetándose tras del mismo, luchó por enfocar al animal mientras intentaba convencerme de echarle yo mismo un ojo... Cosa que hice de mala gana, pues el viento helador me hacía llorar los ojos y apenas conseguía ver nada. Sin embargo el bicho tenía buena pinta: grandote, muy corpulento, y con la espalda aparentemente veteada de blanco. Dimos un largo rodeo hasta la playa para intentar verlo más de cerca; pero para cuando llegamos lo único que encontramos fue a un ornitólogo sueco que salía corriendo tras de un “big falcon” que había visto irse volando (que había espantado, suponemos nosotros...). Y con las ganas nos quedamos. Algo de consuelo fue para Javi poder ver malamente en la isla su primer busardo calzado Buteo lagopus; y los dos enormes pigargos que reposaban también sobre la misma. El terreno estaba lleno de alas de patos, limícolas y gaviotas; y acabamos viendo otro halcón, pero éste sí un peregrino normal...
Total, que con la duda del halcón gerifalte que pudo haber sido y no fue, volvimos la puerto de Höganäs, a buscar a la curruca gavilana Sylvia nisoria. Animados por la presencia en la zona de más pajareros, que nos dijeron que otros habían visto el bicho aquella misma mañana, decidimos aguantar como campeones en aquel lugar idílico, el desagüe de la depuradora, esperando a que la curruca decidiese aparecer de nuevo... Cosa que finalmente hizo cerca de hora y media más tarde: Pero bueno, ver a aquel bicho gigantesco (gigantesco para ser una curruca, claro) saltando entre los montones de algas apestosos en pos de las mosquillas que zumbaban en torno mereció la pena; último bimbo del último día.
En nuestro eterno pulso contra la falta de luz, salimos pitando de allí rumbo a la desembocadura del Lödde en una bahía con extensos campos a ras del mar, bastante cerca de Malmö, donde por última vez se nos escaparían los pardillos piquigualdos mientras chapoteábamos en el fango entre vacas y agachadizas. Se nos acababa el viaje; y como despedida cariñosa que nos hiciese olvidar el viento y el frío, Escania decidió regalarnos algo de calma y de sol: En la bahía inmediatamente al norte, junto a una preciosa central nuclear rodeada de bosques de pino y de prados donde los corzos abundaban como ovejas, tuvimos una última visión de millares de ganso posándose para dormir sobre un mar envuelto en las llamas del crepúsculo. Entre ellos una última “rareza de consolación”: un solitario ejemplar de ánsar indio Anser indicus, especie introducida en el norte de Europa en proceso de asentamiento.
4 días, alrededor de un centenar de especies (13 nuevas para mí), cientos de kilómetros por la provincia más meridional de Suecia y la alegría de poder compartirlo todo con alguien que vibra igual que tú: Bonito balance final del SBT.
En nuestro eterno pulso contra la falta de luz, salimos pitando de allí rumbo a la desembocadura del Lödde en una bahía con extensos campos a ras del mar, bastante cerca de Malmö, donde por última vez se nos escaparían los pardillos piquigualdos mientras chapoteábamos en el fango entre vacas y agachadizas. Se nos acababa el viaje; y como despedida cariñosa que nos hiciese olvidar el viento y el frío, Escania decidió regalarnos algo de calma y de sol: En la bahía inmediatamente al norte, junto a una preciosa central nuclear rodeada de bosques de pino y de prados donde los corzos abundaban como ovejas, tuvimos una última visión de millares de ganso posándose para dormir sobre un mar envuelto en las llamas del crepúsculo. Entre ellos una última “rareza de consolación”: un solitario ejemplar de ánsar indio Anser indicus, especie introducida en el norte de Europa en proceso de asentamiento.
4 días, alrededor de un centenar de especies (13 nuevas para mí), cientos de kilómetros por la provincia más meridional de Suecia y la alegría de poder compartirlo todo con alguien que vibra igual que tú: Bonito balance final del SBT.
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