9/12/09

A lo cangrejo

Empecemos por lo más reciente; y antes de seguir con el SBT, vamos primero con estos últimos días... Justo hace una semana, Javi y yo cogíamos por última vez el bus a Lund dejando atrás una Sodra Sandby blanqueada por la escarcha heladora; por última vez el tren a Copenhague y por última vez el avión a Madrid: Barajas, 15ºC a las siete de la tarde; creo que sumando los grados de la última semana en Suecia no llegábamos a tanto...
Y al día siguiente después de comer, la comitiva complutense a Portugal se ponía en marcha: seis estudiantes y un profesor; cuatro paneles y una comunicación oral. Elvas resultó ser un pueblo encantador, recogido dentro de su doble muralla estrellada, asomándose desconfiado sobre una loma a la frontera con España. El primer día fue la excursión inaugural por las vecinas tierras extremeñas: nos pasamos el día viendo grullas y aves acuáticas por los arrozales de las Vegas Altas del Guadiana y embalses cercanos, acabando el día en un hotel de cuatro estrellas; todo a gastos pagados por la Junta de Extremadura, a la que se ve que le sobra el dinero... Y sin planearlo demasiado, acabé tachándome dos pajarillos exóticos que ya me habían dado esquinazo en alguna ocasión: el bengalí rojo Amandava amandava y el pico de coral Estrilda astrild.
El resto de los días del congreso se quedan en lo aceptable: La gran mayoría de las comunicaciones eran muy descriptivas; hablando del Nº de parejas de tal especie o de las aves del sitio cual, con poca “ciencia elaborada” (no sé muy bien cómo expresarlo). Además el 90 % de los contenidos era en portugués y esto se le atragantó bastante a mis acompañantes, el caso es que no pisaron mucho las charlas. Por mi parte, y como ya era la cuarta vez que la daba y las tablas ayudan, despaché la charla de las codornices sin mayor problema.
Y esta mañana en Madrid, algo tan tonto como ir a buscar al servicio técnico una aspiradora me ha llenado de vida: Un poco harto de tanto civismo y falta de vida, disfruté maliciosamente cruzando en rojo mientras a su vez los coches se saltaban sus semáforos y se entorpecían unos a otros con un murmullo de bocinazos. Los porteros, como Atlantes con mono azul, sostenían las paredes de sus edificios, adormilados al sol; y las viejas se colaban en la frutería... Mañana me habré hartado y comenzaré a quejarme, pero no hoy; da gusto estar de vuelta en casa...

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