Pese a mis buenos propósitos del año pasado, esta Navidad el telescopio se quedó en Madrid. Y la verdad es que me alegré horrores en el viaje de ida, el pasado día 20; pero ahora, claro, me arrepiento: ¿Y si mañana le da por volver a Martiño a visitarnos? ¿Y si, de haberlo tenido ayer, me hubiese vuelto con un bimbo a casa...?
a
a
Total, que recogimos a Jesús, y por hacer tiempo antes de meternos entre pecho y espalda una buena churrascada, paramos en un par de sitios de Marín. En Mogor a ver unos petroglifos, que siempre agrada más ver sin nadie que se esté tirando mocos acerca de qué significan. Y después, en el pequeño puerto de Aguete, a ver cómo las olas rompían contra el espigón (bueno, eso ellos, que yo estaba bastante entretenido con un alca Alca torda que buceaba entre las barcas).
Comida, sobremesa en la que se nos unieron Paula y Leo; y de vuelta a Orense. Y qué bien me sientan estas escapadas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario