Ya sabéis que, en general, yo no soy muy de música. Sin embargo sí hay un momento o dos en la semana en los que me gusta escuchar algo de fondo, que es cuando toca planchar. Y, si la conexión lo permite, abandono el culto casi idolátrico a la banda sonora de HNMPL que tengro grabada en el ordenador a favor de algo de variedad a través de YouTube. Y últimamente me ha dado por pasear por París de la mano de los grandes: Por un París idealizado, por supuesto: Un París de entreguerras que arrastra las erres por bulevares otoñales mojados por la lluvia; de parejas que, bras dessus, bras dessous, caminan bajo sus paraguas hacia el Olympia; de bruma que sube desde el Sena mezclada con el gorjeo de un acordeón...
Y entre vídeo y vídeo, de forma inesperada, me topé de bruces con Charles Trenet y con una canción que supe de memoria en su día y que ya había olvidado: Y’a de la joie. Esta canción constituye además el armazón en torno al que se estructura Effroyables jardins; que es junto con Las flores de Harrison una de las mejores películas bélicas que he visto. Si bien son muy distintas (ésta escupe sin quitarle un ápice de crudeza toda la brutalidad de la guerra de los Balcanes; aquella es una historia de almas nobles que evoca más de lo que muestra) ambas consiguen remover por completo al espectador. Que la guerra es una mierda ya lo sabemos todos; que una película te haga vivir lo que ya sabes no lo consiguen todas...
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