Ayer al despegar de Madrid cerca de medio día yo iba de manga corta; el termómetro rozaba los 20ºC. Tres horas más tarde, Copenhague nos brindaba una calurosa acogida, con 2ºC, aguanieve y un viento endiablado. Cruzando el estrecho, Suecia mostraba una cara igual de amable... Esta mañana al levantarme amaneció más o menos despejado; por eso pensé que el leve velo blanco que cubría los campos era escarcha. Una mirada más detenida, sin embargo, me deparó una pequeña alegría: no era escarcha, sino la primera nevada del año... Así importa menos el frío.
Al ir el jueves pasado a la Facultad para imprimir los billetes del avión, descubrí que el legítimo ocupante de mi fantástico despacho había vuelto de Pakistán. En estos días me han recolocado en otro lado que, pese a mis temores, no es ningún agujero, sino el despacho “oficial” de visitantes. Lo comparto ahora con más gente y la silla es algo peor; pero sigue siendo mejor que el de Madrid. Para estos días está más que de sobra...
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