17/3/15

Un día al este de Gredos, y II

Todavía un valle más cerca de Madrid que el de Iruelas, se sube desde el pueblo de El Tiemblo por un valle encajonado cubierto de pinares que de nuevo me recordó a Cazorla, al del nacimiento del Guadalquivir en este caso. Pero en la cabecera del mismo aparece una masa espesa de árboles desnudos, cuyas ramillas más delgadas refulgen con un tono que, en su conjunto, tira casi al violeta, como en los abedulares: es un castañar.

 Una senda circular muy agradable recorre el castañar de El Tiemblo. La mayor parte de la masa forestal se compone de fustes jóvenes y homogéneos que suben mucho en altura, pues la mayor parte de los pies viejos han ido sucumbiendo frente al fuego y las enfermedades que tantos castañares arrasaron entre los S. XIX y XX.

 Pero como tantas otras fagáceas, el castaño rebrota muy bien de raíz, de forma que se ve perfectamente cómo muchos de los árboles jóvenes son en realidad renuevos que nacen en torno a un tocón mucho más vetusto.

 Por fin, mal que bien algunos pies centenarios se mantienen aún en pie, de los cuales el más conocido es éste: el Abuelo.

 En un punto dado del recorrido, en una hondonada el suelo bajo los árboles amarilleaba llamativamente, y me faltó tiempo para bajar corriendo a confirmar mis sospechas:

 Narcissus pseudonarcissus nobilis; un mar de elegantísimos narcisos trompones terminaron de alegrarme el día

Aunque el día, por supuesto, fue todo él feliz, por las buenas compañías: celebrábamos el cumpleaños de Andrea, que en vez de hacer alguna otra cosa más tradicional quiso pasarlo en el campo y con amigos, padres incluidos, que siempre están ahí, aunque tantas veces no salgan en la foto...

El año que viene, más.

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