1/3/15

Iniciación al fuego

"Con las cosas de comer no se juega", dice el dicho, y lo recuerdo especialmente cuando pienso en lo radicales que somos muchas veces con respecto a la manera de preparar ciertos platos que, no se sabe muy bien por qué, llevan aparejada una cierta carga sentimental. Nadie se pone tonto por una rodaja de salmón o de pechuga, que podrán ser de mejor o peor calidad, quemarse o quedarse crudas, pero no tienen sus talibanes detrás. Ahora, si nos ponemos a hablar de los ingredientes que lleva, o cómo tiene que hacerse una paella o una tortilla, la cosa da un giro radical. Una de estas cosas de comer que la gente suele tomarse muy a pecho es la barbacoa; no tanto por lo que se cocine, sino por cómo tienen que prepararse las brasas. Nadie tiene carnet de barbacoísta, pero aparentemente el mundo se divide entre los brasas que se reconocen sabedores del poder de la misma, y la inmensa mayoría de pardillos que los miramos sin llegar a entender nunca por qué ésa es exactamente la manera en que debe prepararse todo... Pero a veces el tren se detiene en la estación donde no suele hacerlo y, sin buscarlo realmente, se le presenta a uno la ocasión de ser él el que, pinzas en mano, tiene el poder de decidir qué está hecho y qué no, qué brasas avivar y cuales no... y descubre que, realmente, la cosa de misterio tiene poco. Pero hay que poner cara de concentración, no sea que los pardillos se den cuenta...
Ayer me encargué así bastante de rebote de mi segunda barbacoa, con el pobre Iván de acólito tiranizado. Barbacoa de celebración del cumpleaños de Vero, que tuvo lugar en una finca familiar en Valdetorres de Jarama. Sábado al sol y en buena compañía, con sisones y avutardas, buitres leonados y águilas reales, volando de continuo sobre nosotros. Barbacoa amenizada con el coro de decenas de alcaravanes cuando el sol decidió ocultarse ya tras la Sierra...

... y barbacoa con muchos perros majos.

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