23/9/08

Dotterels

Los chorlitos del género Charadrius son en su mayoría limícolas muy ligadas a la orilla del agua, ya sea en riberas interiores de ríos o lagos o en costas marinas de todo tipo. Sin embargo, algunas especies (colectivamente conocidas en inglés como “dotterels”) comparten un modo de vida muy diferente al de sus parientes. Aunque circunstancialmente puedan hallarse cerca del agua son especies de interior, desérticas incluso, que se alimentan de pequeños artrópodos y lombrices en terrenos abiertos, como si fuesen alondras.
El chorlito carambolo Charadrius morinellus es un buen ejemplo: Anida en zonas de tundra alpina; esto es, áreas que alternan vegetación rastrera y zonas de suelo desnudo y cenagoso localizadas tanto en latitudes boreales como en las cumbres más altas de Europa y Siberia; desde los Pirineos (donde crían irregularmente unas pocas parejas) hasta las montañas noruegas. Sin embargo, en invierno ocupa un hábitat radicalmente distinto, y aparece en las estepas áridas de vegetación subdesértica que preceden al Sahara propiamente dicho en el norte de África. En los pasos migratorios aparecen en escaso número en barbechos y zonas similares del interior peninsular, y unos pocos invernan en Almería y otras zonas del sureste español.
Es una especie peculiar además en tanto en cuanto presenta roles sexuales invertidos, algo muy poco frecuente entre las aves. Contrariamente a lo que pudiera parecer, en la imagen superior el macho es el que está incubando, el menos coloreado de los dos. Éstas defienden territorios de cría donde tienen cabida varios machos. Tras la cópula y la puesta de huevos, serán éstos los que incuben la nidada y los que acompañen y defiendan a los pollos. En áreas donde el número de hembras es superior al de machos, uno de ellos puede estar al cuidado en un solo nido de las puestas de varias hembras.
... Y el chorlito carambolo era, con permiso del correlimos pectoral, la pieza de “caza mayor” a la que dedicamos expresamente la jornada del sábado; sin éxito, claro está. Tras sus pasos recorrimos con el coche caminos polvorientos a paso de tortuga, aguantando el sol inmisericorde del mediodía mientras revisábamos con los prismáticos una serie aparentemente interminable de barbechos y rastrojeras... Lo mejor fue que vía Avesforum supimos ayer que otro ornitólogo había sacado un grupete de 11 el domingo por la mañana, en uno de los lugares donde nos habíamos dejado los ojos el día anterior. En fin; así son las cosas.

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