La semana pasada, al ir a la frutería, me llevé un alegrón al ver que ya volvía la temporada de las mandarinas (o mondarinas); una de tantas cosas buenas que tiene el otoño.
Desde pequeño son una de mis frutas preferidas. Solía yo merendar in illo tempore una mandarina y un plátano, y mi hermano aprovechaba para hacerme rabiar diciéndome que comía comida de mono, que él había ido una vez a un zoo y que el suelo de la jaula de los chimpancés estaba lleno de mondas de estas dos frutas... Y ya la teníamos armada, cómo no.
Desde pequeño son una de mis frutas preferidas. Solía yo merendar in illo tempore una mandarina y un plátano, y mi hermano aprovechaba para hacerme rabiar diciéndome que comía comida de mono, que él había ido una vez a un zoo y que el suelo de la jaula de los chimpancés estaba lleno de mondas de estas dos frutas... Y ya la teníamos armada, cómo no.
Empieza pues ahora la temporada, y las distintas variedades de este cítrico irán llenando los estantes de las fruterías hasta casi la primavera. Todas ricas, algunas más que otras; pero todas se pelan igual...
1 comentario:
Invernantes y mandarinas, mira, me has ahorrado una entrada ;) (o media. Yo también he disfrutado con las primeras.
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