El viernes 12 estuve en un tris de hacerle caso a Rajoy y, por demostrar mi españolismo, levantarme tarde, salir a tomar algo y echarme la siesta después de comer... Pero decidí que la Patria podía esperar, y aprovechar el festivo para hacer algo más productivo.
Así que, dejando los pájaros para el sábado, salí a hacer turismo del de verdad. Tras consultarlo, decidí ir a pasar el día a Sóller, y después de visto ir a comer a Valldemossa. Desgraciadamente, a causa del festivo no había disponibles los buses necesarios, así que Valldemossa tendrá que esperar... Sóller es un pueblo situado en medio de la Tramuntana, en una especie de circo abierto hacia la costa y rodeado por los picos más altos de la sierra. De esta forma, hasta que en 1912 se inauguró una línea de ferrocarril (transformada ahora en uno de los reclamos turísticos de la isla), la villa estaba prácticamente incomunicada por tierra con el resto de Mallorca.
Así que, dejando los pájaros para el sábado, salí a hacer turismo del de verdad. Tras consultarlo, decidí ir a pasar el día a Sóller, y después de visto ir a comer a Valldemossa. Desgraciadamente, a causa del festivo no había disponibles los buses necesarios, así que Valldemossa tendrá que esperar... Sóller es un pueblo situado en medio de la Tramuntana, en una especie de circo abierto hacia la costa y rodeado por los picos más altos de la sierra. De esta forma, hasta que en 1912 se inauguró una línea de ferrocarril (transformada ahora en uno de los reclamos turísticos de la isla), la villa estaba prácticamente incomunicada por tierra con el resto de Mallorca.
Uno de los inconvenientes de viajar sin más compañía que tu ángel custodio y el primer catarro de la temporada (leve, eso sí) es que no tienes a quién echarle la culpa cuando te pierdes... y es que, caminando por las calles seguro de ir directo hacia el centro del pueblo, fui a dar directamente al otro extremo. Pero vino bien dada; desde allí arrancaba una ruta de senderismo que, en apenas 2 Km., me permitió rodear Sóller disfrutando de los vergeles que son las fincas de las possessiós, con sus muros invisibles bajo el tapiz de bignonias rosadas; rebosantes ya de fruta otoñal, de petirrojos y demás fauna alada de la estación.
Ya de vuelta en el pueblo callejeé un poco, vi todo lo que había que ver (que tampoco es que sea demasiado), comí tranquilamente, tranquilamente leí un rato en una plaza, distraído con el ir y venir de los trenes cargados de jubilados teutones sonrientes; y volví a Palma muy contento de la visita.
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