En el Talgo, además del interventor, viaja una persona a la que, ya que desconozco el término exacto, llamaré “técnico de apoyo”; cuyas tareas van desde repartir los auriculares para que la gente pueda escuchar música o la película hasta supervisar las maniobras de enganche de vagones o ajuste de los ejes al ancho de vía. Normalmente solo se les ve corriendo tren arriba tren abajo con cara de pocos amigos, supongo que para asustar a los viejos y que no les pidan cosas (lo que, por cierto, no les da muy buen resultado), pero el de mi viaje de vuelta a Madrid de ayer era todo lo contrario: se le veía al chico en su salsa recorriendo los vagones como quien pasea por su casa… con una técnica muy particular, además: en vez de pasar por los asientos ofreciendo los auriculares pregonaba con alaridos su cargamento al entrar al vagón, como un vendedor de cupones. Lo mismo hizo al pasar una bolsa para que la gente la use de papelera, solo que aquí, improvisando sobre la marcha, nos soltó a voz en grito que “en esta bolsa pueden ustedes tirar papeles, periódicos o lo que sea. Aprovechen, que esto en el AVE no lo hay. Ya ven que nosotros somos mejores y más guapos; solo nos falta volar…” Y al volver de recorrer el tren lo mismo: “ya está aquí el pesado este de nuevo con la bolsita; no se preocupen que ya es la última vez. Ya saben, si quieren tirar papeles o…” La verdad es que el hombre era más entretenido que la película; que, por cierto, ni recuerdo ya cuál era…
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