19/1/10

Twitcheo cántabro (I)

Javi se puso pesado, y yo soy fácil de convencer… Total, que aunque la previsible paliza que iba a ser meterse en dos días mil kilómetros de coche y sufrir malcomidos el frío y la lluvia llegaban para echar a uno para atrás, hay que salir al campo; y hacia Cantabria subimos este fin de semana.
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Tras tres horas largas de viaje, llegamos a eso de las once a La Riva, en la orilla norte del embalse del Ebro. Supuestamente había en la zona dos hembras de serreta chica (un pequeño pato buceador que me taché en Suecia y que es accidental en España); y digo supuestamente porque tras aguantar más de una hora el viento helador allí no aparecieron por ninguna parte. No me extraña, ya que al menos yo era incapaz de ver la diferencia entre el embalse y Escania; si fuese una serreta hubiera bajado hasta Mauritania por lo menos…

Bajamos de la montaña y nos detuvimos directamente en las Marismas Blancas, un pequeño humedal del ayuntamiento de Astillero, en la bahía de Santander; recuperado del lamentable estado en que se encontraba por iniciativa de SEO/BirdLife. Últimamente se está dejando caer mucha gente por allí, ya que se mueve por la zona el tercer porrón albeola Bucephala albeola citado en nuestro país. Este diminuto pato norteamericano no forma parte oficialmente de la lista de aves de España, ya que se duda (aunque no sé por qué) de que sus llegadas a España se produzcan de forma natural; algún día que me aburra os explicaré las cinco categorías en que se encuadran las aves de la lista. Esta vez sí, fue llegar y besar el santo: Nada más plantar los telescopios en el observatorio el porrón (un macho de primer invierno; bonito, aunque no tanto como uno adulto) apareció ante nosotros… y desapareció. Se pasó todo el tiempo que estuvimos allí buceando para alimentarse tan activamente que apenas sí aguantaba un segundo o dos en superficie, por lo que intentar verlo era bastante desesperante. Lo mismo podría decirse de una hembra de porrón osculado Bucephala clangula (éste no es rareza en España, pero por los pelos) también presente en la laguna.

En el rato que estuvimos allí fue habiendo un recambio constante de pajareros, entre los que se encontraba el omnipresente Juan Sagardia, de quien son las fotos que he enlazado arriba. En un momento dado, Javi localizó la gaviota que os pongo arriba. Como el ave se mostró muy colaboradora pudimos estudiarla con detenimiento, llegando a la conclusión de que se trataba de un primer invierno de gaviota cáspica Larus cachinnans. Realmente fue el bicho que nos alegró el día, ya que es una especie de identificación complicada y, aunque sabíamos que estaba por la zona, fue un poco como encontrarla nosotros. Cuando ya pensábamos en recoger y tirar hacia Castro Urdiales apareció Guillermo, físico santanderino al que conocíamos de salir de pajareo juntos alguna vez en Madrid, donde hizo la carrera, y con el que quedamos para el día siguiente.

E instantes después de llegar a la bonita ensenada de Castro Urdiales, aparecieron los culpables de nuestro viaje hasta allí, dos colimbos árticos Gavia arctica, uno en plumaje de invierno normal y otro con una coloración aberrante, muy oscura (foto de Sagardia, cómo no…). Estas buceadoras increíbles a las que Javi y yo teníamos muchas ganas de verse pasaron lo que nos quedó de tarde buceando de un lado a otro de la bahía sin apenas asomar a la superficie, teniéndonos así la mar de entretenidos. Y antes de llegar a Santoña, donde ya pasaríamos reposadamente el resto de la tarde, paramos un momentillo… a comer; un sándwich. Eran ya las seis y diez; no está mal…

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