17/8/08

Aνάγκη

Para desoxidar mi cada vez más olvidado francés, compré y comencé a leer hace unos meses Notre-Dame de Paris, historia por todos conocida gracias a la película del Disney del jorobado. Me costó mucho acostumbrarme a la prosa decimonónica de Hugo, tanto que estuve a punto de abandonar el libro varias veces, pero finalmente sobreviví a sus exasperantes por lo largas y minuciosas descripciones de calles y edificios del París altomedieval, consiguiendo desenterrar las historias de la novela, ocultas bajo toneladas de engolamiento literario. Y menudas historias; desde luego tuvo que ponerle mucha imaginación el que hizo la película, porque salvo que la acción transcurre en París y que hay una gitana y un jorobado, el argumento no tiene nada que ver con el del libro... Fatalidad. Tenía ligeras esperanzas de que alguno de los personajes, aunque fuese de los más antipáticos, consiguiese salir airoso de las complicadas situaciones en que los mete el escritor, pero ni uno solo se salva; menuda es la novela como “historia para niños”.
Tanto he tardado en acabarla que casi no me queda verano para emprender grandes empresas lectoras; y sin embargo, dejándome llevar por el vicio de recomenzar libros ya disfrutados una y otra vez en lugar de probar cosas nuevas, tras devorar en un par de días La esfinge de los hielos he sido arrastrado de nuevo por las vinosas aguas del ponto, acompañando en su singladura a las mil naves que zarparon al rescate de la mujer más bella del mundo. Me están dando unas ganas de hacerme un bocadillo de queso y aceitunas...

No hay comentarios: