La palabra “sentir” significa, tanto en francés como en español, percibir sensaciones trasmitidas por los sentidos. Pero además en francés significa “oler”, a la vista de lo cual un día me monté la teoría de que, como evolutivamente los primeros receptores sensoriales fueron los químicos, el olfato (basado en receptores químicos) representaba (al menos para los franceses) el epítome de los sentidos. La alegría de este descubrimiento me duró bien poco; lo que tardé en darme cuenta de que en gallego sentir, además del significado general, quiere decir también “oír”. El oído no tiene nada que ver con receptores químicos; adiós teoría…
Sin embargo, tanto el oído como el olfato, y el gusto también, siguen pareciéndome sentidos más “primarios” que el de la vista. Me da la impresión de que son los que más poder de evocación tienen; la vista es como más directa: si veo un árbol pienso en un árbol, pero si huelo la cera de una vela recién apagada no pienso en una vela recién apagada, sino en un cumpleaños o en la Vigilia Pascual; no sé si me explico…
Por eso me hizo tanta gracia cuando, pasando con mi hermano hace unos días por Meléndez Valdés, va y me dice: “huele como en las noches de las fiestas del Santiago en El Puente (nuestro barrio de Orense)”. Y efectivamente, la calle estaba llena del perfume de decenas de aligustres floridos, igual que el área de la Estación de Empalme y la Avenida de Marín, donde se colocan este mes de julio las barracas de las fiestas.
Mi madre subió ayer a la aldea para pasar allí el verano con mis abuelos. Después de acostarlos, y mientras ella descansaba un poco en la terraza disfrutando del frescor de la noche, nos llamó por teléfono y estuvimos hablando un rato. Como telón de fondo de la conversación yo podía escuchar, proveniente de la huerta, el tintineo casi metálico de un sinnúmero de sapos parteros. Y no pensé sólo en los sapos (1,2)… “¡Hay que ver qué del norte eres!”, me decía ayer Javi cuando se lo conté… Pues será.
Sin embargo, tanto el oído como el olfato, y el gusto también, siguen pareciéndome sentidos más “primarios” que el de la vista. Me da la impresión de que son los que más poder de evocación tienen; la vista es como más directa: si veo un árbol pienso en un árbol, pero si huelo la cera de una vela recién apagada no pienso en una vela recién apagada, sino en un cumpleaños o en la Vigilia Pascual; no sé si me explico…
Por eso me hizo tanta gracia cuando, pasando con mi hermano hace unos días por Meléndez Valdés, va y me dice: “huele como en las noches de las fiestas del Santiago en El Puente (nuestro barrio de Orense)”. Y efectivamente, la calle estaba llena del perfume de decenas de aligustres floridos, igual que el área de la Estación de Empalme y la Avenida de Marín, donde se colocan este mes de julio las barracas de las fiestas.
Mi madre subió ayer a la aldea para pasar allí el verano con mis abuelos. Después de acostarlos, y mientras ella descansaba un poco en la terraza disfrutando del frescor de la noche, nos llamó por teléfono y estuvimos hablando un rato. Como telón de fondo de la conversación yo podía escuchar, proveniente de la huerta, el tintineo casi metálico de un sinnúmero de sapos parteros. Y no pensé sólo en los sapos (1,2)… “¡Hay que ver qué del norte eres!”, me decía ayer Javi cuando se lo conté… Pues será.
2 comentarios:
Ainss, mira que yo pensaba que sentir se identificaba con comer... jajaja, Un saludo Antón y a ver cuando te vemos en Marín.
Curiosas "comeduras" de cabeza con los juegos de palabras entre idiomas. Muy curiosa.
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