10/1/08

Historias del Metro

No sé cuándo, el año pasado, fui un día con Vero hasta Faunia para que ella recogiese un certificado de unas prácticas que había hecho en verano. Al hacer un trasbordo de la línea 6 a la 9 en Príncipe de Vergara, un individuo que llegó corriendo cuando ya se estaban cerrando las puertas del vagón metió el brazo y claro, la puerta se cerró pillándoselo, delante de nuestras narices. Un par de señoras gritaron dentro, y otro par fuera, pero el hombre no parecía sentir dolor. Agitó el brazo libre, señalando su situación al conductor del tren, que lo estaría mirando por el espejo de la estación, digo yo... Se abrieron de nuevo las puertas, entró tan tranquilo, se cerraron otra vez y nos fuimos todos como si no hubiese pasado nada....
En fin, es que me he acordado de esto hoy, en un trasbordo entre la 6 y la 3 en Moncloa. Llegué a buen paso yo también, justo a tiempo para ver cómo se me cerraban las puertas delante de las narices... Pero de otro vagón, más adelante, asomaba un brazo con una bolsa de deportes en la mano. La gente que llegaba al andén se iba acercando hacia la mano; en un primer impulso creí que lo hacían por ayudar, pero enseguida (porque yo pensé lo mismo...) me di cuenta de que lo hacían sólo para poder entrar al vagón cuando se abriesen las puertas para liberar el brazo y bolsa del desventurado: dicho y hecho; abren, entran, silbato, cierran y nos vamos.
Y qué entradas más tontas escribo a veces, ¿no? :-)

2 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

En absoluto tonta la entrada: muy interesante, todo un retrato de Madrid.

Antón Pérez dijo...

Se agradece el cumplido :-)