Con nuestras obligaciones democráticas ya más que resueltas, ayer nos fuimos Sofía y yo de vuelta a Musselburgh, para que pudiese ella disfrutar de los bichos que vimos Jaime y yo. No se nos dio muy allá la cosa, ya que la marea estaba muy alta y faltaban muchas de las aves que había la semana pasada. Sin embargo, ella se vino a casa tan contenta, con un puñado de observaciones de especies nuevas. Y yo no me volví de vacío tampoco...
Ya de camino de vuelta al autobús, y cuando no esperaba gran cosa, en un último barrido a la bahía me encontré con un bicho como el de la foto. Un arao común Uria aalge en plumaje de invierno. Mi primer arao, de hecho. Y si no estoy todavía dando botes de alegría es porque el bicho estaba tan, pero tan condenadamente lejos, que apenas sí se le podía distinguir de un alca. Días mejores vendrán, espero...
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