Como he empezado enero medianamente bien en lo laboral (y menos mal), y a Javi raro es el momento en que se le puede echar el guante, “no nos ha quedado más remedio” que vernos un rato esta tarde dando una vuelta junto al río por el Pardo. Nada del otro mundo, pero como siempre sorprende ver la de cosas curiosas que vuelan a las puertas de la capital: por la hora, y aunque aún brillaba el sol bastante alto en el cielo, multitud de bandadas de todo plumaje se recogían en sus dormideros respectivos: a orillas del Manzanares se iban amontonando palomas torcaces y zuritas, cotorras argentinas, grajillas y urracas y rabilargos; juntos pero no revueltos. Mucho más arriba, pero siguiendo el cauce del mismo río, subían desde los vertederos del sur bandadas enormes de gaviotas sombrías y reidoras hacia los embalses de la Sierra; y grupos más modestos de cormoranes. También diez tarros canelos, aportando la pincelada exótica a la hora punta de la tarde... Por último, y cruzándose en perpendicular con la A6 del aire que os acabo de describir, los buitres negros y leonados, junto con un águila imperial, entraban a dormir a las encinas del Monte. Un azor salía en cambio en sentido contrario... Vaya; apenas una hora de paseo que, como veis, dio para mucho.
La historia es que mañana, como os comentaba arriba, tocará pasar el día a la sueca; esto es, en la Facultad. Ya os contaré para qué y qué tal ha ido...
La historia es que mañana, como os comentaba arriba, tocará pasar el día a la sueca; esto es, en la Facultad. Ya os contaré para qué y qué tal ha ido...
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