Cada vez tengo más claro que en el campo, más que bichos, busco compañía; cambian las cañas por los cañaverales, pero para el caso es lo mismo. Y este fin de semana lo veo especialmente claro; hace un sol y un tiempo inmejorable, pero ha coincidido que mis compañeros habituales están todos fuera (eso y que, por la situación de mi hermano, prefiero no alejarme mucho de casa), así que no he salido al monte.
Y he tenido uno de esos fines de semana culturales que normalmente reservo para cuando llueve. Ayer por la tarde me acerqué al CaixaForum para ver una exposición sobre Darwin. Al llegar, de dicha exposición no había ni la sombra (¡y es que es en octubre en CosmoCaixa -no CaixaForum-, Alcobendas! Estoy yo bueno...), y me entretuve un rato viendo otras dos: una sobre cómo había sido el proceso de creación de la famosa cúpula de Barceló y otra... dejémoslo en difícilmente clasificable. Me habría encantado tener a mi lado a Ángel, que con este tipo de cosas desarrolla su vena más ingeniosa, porque en solitario ni reírse a gusto puede uno. Lo mejor, sin duda, una videoinstalación hecha con ¡monopatines de panceta! (aquí la crónica de otro espectador quemado) Se veía cómo los fabricaban (“nacimiento”), cómo rodaban por las calles de Caracas (“vida”) y cómo finalmente se los comían unos perros callejeros (“muerte”). Vamos, rollito potente para dar y tomar...
Y he tenido uno de esos fines de semana culturales que normalmente reservo para cuando llueve. Ayer por la tarde me acerqué al CaixaForum para ver una exposición sobre Darwin. Al llegar, de dicha exposición no había ni la sombra (¡y es que es en octubre en CosmoCaixa -no CaixaForum-, Alcobendas! Estoy yo bueno...), y me entretuve un rato viendo otras dos: una sobre cómo había sido el proceso de creación de la famosa cúpula de Barceló y otra... dejémoslo en difícilmente clasificable. Me habría encantado tener a mi lado a Ángel, que con este tipo de cosas desarrolla su vena más ingeniosa, porque en solitario ni reírse a gusto puede uno. Lo mejor, sin duda, una videoinstalación hecha con ¡monopatines de panceta! (aquí la crónica de otro espectador quemado) Se veía cómo los fabricaban (“nacimiento”), cómo rodaban por las calles de Caracas (“vida”) y cómo finalmente se los comían unos perros callejeros (“muerte”). Vamos, rollito potente para dar y tomar...
Por desintoxicarme un poco, fui esta tarde a ver una exposición de fotos de Walker Evans en la Fundación Mapfre (no hay más que una...). Me esperaba algo más, la verdad; pero bueno, era interesante... Y entre sus fotos del Sur, me dediqué a buscar lugares y personajes de los cuentos de Flannery. ¡Qué grande es...!
3 comentarios:
Je, pues para ser originales del todo bien podían con algún producto típico de cerdo hacer las ruedas. Si es que cierto arte "pa" quien lo entienda, sí.
Es lo que llaman White trash, basura blanca. No sé si has leído "Revelación", donde la protagonista se pregunta si es peor ser negro o "basura blanca" y decide que preferiría ser una negra (limpia) que basura blanca.
He leído Revelación, he; y me he reído bastante con ese fragmento que citas. Estoy deseando acabar los "Cuentos..." para leerme las ¿8.000? entradas que tienes etiquetadas con Flannery, para, ahora sí, enterarme de todo lo que querías decir...
Y volviendo con el tema de los monopatines, cuán cierto es que del cerdo se aprovecha todo...
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