Se me ocurren pocas cosas que hagan que merezca la pena levantarse un festivo a las 5:30; pero sin duda ir a anillar es una de ellas. Llevaba sin ir a anillar desde verano, así que cuando Chechu (el de las cigüeñas del lunes) me invitó a acompañarle hoy a la estación de esfuerzo constante del encinar de San Pedro, en la Casa de Campo, no me lo pensé dos veces. Ya conocía el encinar por haber ido con Vero en verano, pero hoy estaba mucho más lucido; todo verde verde y con un coro incesante y variado en el que unas especies iban sustituyendo a otras; desde el mochuelo despidiendo a la noche hasta los jilgueros que empezaban cuando ya nos íbamos.
En otro orden de cosas, y aunque sea un tópico, el mundo es un pañuelo (y además arrugado). A media mañana aparecieron por allí cuatro policías locales de a caballo, que lejos de mostrarse pesados (como suelen), se quedaron de buen grado de charla con nosotros. Y cuál no sería nuestra sorpresa cuando descubrimos que uno de ellos ¡era el tío de Francisco Pulido, otro de nuestros profesores del grupo, nuestro fichaje alemán! Cosas que pasan...
1 comentario:
Anda que con lo bonita que te estaba quedando la entrada y vas y pones al gazapo "desjamonado" ese. xD. ¡que cruel!, ejem. ;D
Y sí, vaya madrugón.
Publicar un comentario