Una de las cosas que más me está ayudando a aprender aquí en el IMEDEA son los seminarios, que se celebran más o menos semanalmente. Hay seminarios globales, que da algún conferenciante invitado. Hay también seminarios de grupo, en los que se discute algún artículo de alguno de nosotros, u otro relacionado con nuestro tema de trabajo. Y hay seminarios “exprés”, en los que algún estudiante expone en diez minutos el estado de sus investigaciones, aprovechando para redirigir sus líneas de trabajo con los consejos de los demás.
Hay muchos seminarios distintos... a los que prácticamente sólo vamos los miembros del grupo. Los miembros extranjeros del grupo se quejan, pues en sus centros de origen los seminarios suelen ser de asistencia “obligatoria”; entre comillas porque todo el mundo acude a ellos con gusto para oír hablar de temas que normalmente no toca, y formarse así más generalmente. Por mi parte, cada vez que hay seminario yo estoy encantado; no sólo porque me permite romper durante una hora con la rutina del ordenador, si no porque los temas suelen ser apasionantes: La genética de las pardelas del mediterráneo, el cainismo entre los pollos de los piqueros, programas de ordenador que solucionan en instantes problemas que antes requerirían de dos o tres becarios... ¡Como para perdérselos...!
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