22/11/07

...de Monforte ao Nepal

Si hay algún recuerdo de la infancia que atesore con especial cariño, ése es el de la matanza. Esto no lo puedo decir en casa, porque salvo mi abuelo y yo (aunque por distintas razones) todo el mundo asocia la matanza con madrugones, mucho frío, mucha suciedad, muchos olores, mucha gente en casa y mucho, mucho trabajo.
De esto nos salvábamos por la edad mi abuelo y yo: Para mi abuelo eran los días cumbres del año, cuando podía mandar, disponer y ordenar sobre parientes y vecinos. En cambio, mi única ocupación era la de salir del medio y no estorbar. Y procurando hacerlo lo menos posible iba contemplando fascinado el proceso que convertía al animal chillón, al que se le escapaba la vida con 30 cm de buen toledano hincados en la garganta, en lareiros llenos de chorizos y sendos pares de jamones y lacones reposando en un sudario de sal.
Con mis abuelos doblemente jubilados, viviendo en Orense con mis padres, hace ya algunos años que no hay matanza en casa. No pasamos hambre precisamente, ya que todos los derivados del cerdo se pueden comprar en el supermercado; y seguramente de forma más económica, pero... no es lo mismo.
Aquí os dejo un enlace a un texto, con maravillosas fotos de Carlos Puga, con la matanza tal y como la recuerdo. Y, en la ventana de abajo, el himno de noviembre: Galicia Caníbal.

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