3/9/15

Desastre arbolado

En vez de escribir sobre mariposas y gaviotas debería hacerlo sobre alambres de espino, camiones abandonados y niños ahogados, pero no tengo cuerpo y no me sale cómo hacerlo. Así que, aunque me siento un poco idiota, voy a escribir sobre los árboles de Madrid, con dos cojones: las tormentas vespertinas del domingo y el lunes dejaron, a mayores de inundaciones varias, el consabido reguero de ramas desgajadas y árboles caídos por toda la ciudad. Supongo que como siempre, pero está la gente especialmente susceptible con este tema tras los muertos del año pasado... El caso es que iba por la calle y escuché la conversación de unos que pasaban, que venía a decir más o menos que "antes si se caían los árboles resulta que era culpa de la Botella, y ahora que mandan ellos resulta que la culpa no es suya, ¡sino de los de antes!" ¡Pues vaya, nos ha fastidiado! ¡A ver de quién, si no! ¿De los que llevan dos meses o de los que llevaban veinte años? ¡Que un árbol tarda algo más en crecer y formarse que una lechuga...! De hecho, tarda algo más, y la culpa tampoco es de los que llevaban veinte años, sino de los de antes incluso, y este artículo de ABC (cuyos comentarios me resultan especialmente similares al antes citado) la verdad es que lo clava: Madrid se enorgullece de ser la capital con más árboles del Universo o algo así, pero ¿qué gloria es esa, cuando la mitad están medio muertos y tan repodados que parecen palos de escoba? Puestos a dar consejos de cuñado que nadie me ha pedido, que los arranquen todos. Que los arranquen todos y que empiecen de nuevo a plantarlos, pero con cabeza. Lo veo nada más salir al portal: mi calle -Blasco de Garay- y la primera que me cruzo -Donoso Cortés-, las dos con el mismo tipo de alcorques, de edificios a los lados, etc etc., pero una -la mía- con olmos y árboles de las pagodas estirados hasta los tejados de las casas, despojados de ramas y carcomidos; y la otra con ciruelos rojos y arces menores, que no levantan más allá de un primer piso y que así no molestan a los vecinos, y que lucen naturales, con su copa llena y redondeada. El del artículo lo dice muy claro: no se puede meter en un sitio lo que no cabe, si no es a base de recortarlo; y precisamente por recortarlo, al final acaba uno teniendo el mismo número de "verde" (de metros cuadrado de hoja por kg de ciudadano, o como se mida eso) que con la mitad de árboles, la mitad de grandes, pero dejándolos crecer a sus anchas. Pero no creo que ni los de antes, ni los de ahora, ni los que vengan se preocupen de arreglar eso...

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