7/11/10

Uno menos, una más...

Alguna vez he comentado que a menudo lo de los pájaros es sólo una excusa para quedar. Y es básicamente lo que hemos hecho hoy Javi y yo, que llevábamos ya mucho tiempo sin vernos. A primera hora, mientras en mi casa todos dormían aún, nos hemos escapado a dar una vuelta por el Monte de El Pardo. El camino de la margen izquierda del Manzanares (el que permite observar el interior del monte, al que no se puede pasar) está tan concurrido por paseantes y ciclistas de todas las edades como cualquier parque de Madrid; y precisamente por eso sorprende tanto la cantidad de cosas que se dejan ver al otro lado de la valla. A medida que avanzaba la mañana, y mientras las nubes de la borrasca próxima se iban haciendo cada vez más densas, fuimos sumando observaciones; de los bichos más habituales y también de la estrella del lugar: un águila imperial que detectamos primero por su "quequequeo" y que vimos luego volando a lo lejos...
Y todo el tiempo se venían buitres aquí y allá, leonados en su mayoría y también bastantes negros; jóvenes los más de ellos. En un momento dado, un buen grupo que hasta el momento no se decidía a despegar de las encinas donde habían pasado la noche, comenzó a desperezarse y a enfilar, a muy baja altura, hacia donde estábamos.
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Nos quedamos embobados viéndolos pasar sobre nosotros, tan cerca que con los prismáticos se podía apreciar cualquier detalle de su plumaje. Para cuando recordé que llevaba la cámara en la mochila ya estaban cicleando a lo lejos... Y al acabar de mirar al cielo y bajar la vista, algo raro en lo alto de un poste llamó mi atención.

No, no era un buitre aquel enorme amasijo de plumas, como creí en un principio... las dos “orejas” delataban su identidad: a las mismas puertas de Madrid, un búho real Bubo bubo había muerto electrocutado durante la noche... un búho menos; una víctima más de un tendido mal diseñado, con los enganches de los cables por encima de la cruceta, en vez de suspendidos de la misma.

A través de los binoculares la imagen era aún más patética, con el bicho, tan bonito, colgando desmadejado como un pelele; y un conejo que no tuvo tiempo de comer todavía a su lado. Ante situaciones como ésta (aunque espero que no veáis muchas) es conveniente avisar a los agentes forestales: una serie de incidentes acumulados puede obligar a modificar los postes y tendidos más peligrosos; los “puntos negros” de las electrocuciones y colisiones contra cables.