Jueves 4: el día que hace un par de semanas había fijado como el de venir a Orense ha terminado siendo el de mi regreso a Madrid. Por la parte que me toca y os incumbe; como hace tres meses y como en general cada vez que os he necesitado, no puedo sino daros las gracias.
Me da algo de lástima sin embargo ver cómo los mensajes de condolencias de alguno dejan entrever lo terrible y aterradora que debe de ser la idea de la muerte cuando no se tiene fe. No es que me haya pasado el funeral riendo, claro; y aunque no sea de natural muy llorón se me humedecen los ojos y me tiembla la voz al intentar cantar con el resto del pueblo La muerte no es el final mientras el párroco asperge el féretro. Pero está la esperanza; la esperanza de que, como reza la canción, “nuestro destino es Vivir, siendo felices contigo”. Hay dos formas de perder la esperanza, que efectivamente es lo último que se pierde: Una, terrible, que acaba con la muerte del alma; la de Judas... Y otra que empieza con la muerte del cuerpo, cuando los bienaventurados llegan al Cielo y la esperanza se transforma en posesión. A Dios le pido que escojamos todos la opción B.
3 comentarios:
Lo siento mucho, hace poco pasé por algo parecido y sé lo que duele.
Tener fe es el mejor alivio, es algo que envidio de los creyentes, ojalá tuviese esa misma fe.
Un abrazote bien gordo
Otro de vuelta, Mat! :-)
Rezaré por él y por toda tu familia. Pero sin la compañía de ningún presi (perdón por la broma).
Publicar un comentario