8:45. Tras la inestabilidad del fin de semana, hoy Madrid se despierta con un cielo tan azul que parece pintado. De camino al Rectorado (enésimo trámite burocrático: voy a ver si saben algo de unas pegatinas con un código de barras que me identifica y que necesito para el formulario de renovación de la FPU. Debería haberlas recibido hace tres meses; y en esas estamos) me distraigo rompiendo con el talón la costra de hielo de los charcos de lluvia...
Llegando al Rectorado, me sorprende la gran cantidad de carteles contra Bolonia que hay por las paredes del mismo, pero lo mejor estaba por llegar: Dentro del propio edificio, el recibidor estaba absolutamente empapelado. Una serie de seguratas montaba guardia ante las escaleras, contemplando con cara de circunstancias un montón de mantas tiradas en una esquina. Para mi sorpresa, de uno de los bultos sale un ronquido; y de repente caigo en la cuenta de que hay como diez tíos durmiendo a mi alrededor, entre una riada de funcionarios que entran a ocupar sus puestos de trabajo y otros que ya salen a tomarse un cafecito... Solucionado el problema (“sí, no, es que no nos han llegado todavía; pero copia tú mismo el código de barras en el formulario...”), salgo yo también, mientras bajo las mantas una mano invisible apaga un despertador que había comenzado a sonar al poco de llegar yo...
Llegando al Rectorado, me sorprende la gran cantidad de carteles contra Bolonia que hay por las paredes del mismo, pero lo mejor estaba por llegar: Dentro del propio edificio, el recibidor estaba absolutamente empapelado. Una serie de seguratas montaba guardia ante las escaleras, contemplando con cara de circunstancias un montón de mantas tiradas en una esquina. Para mi sorpresa, de uno de los bultos sale un ronquido; y de repente caigo en la cuenta de que hay como diez tíos durmiendo a mi alrededor, entre una riada de funcionarios que entran a ocupar sus puestos de trabajo y otros que ya salen a tomarse un cafecito... Solucionado el problema (“sí, no, es que no nos han llegado todavía; pero copia tú mismo el código de barras en el formulario...”), salgo yo también, mientras bajo las mantas una mano invisible apaga un despertador que había comenzado a sonar al poco de llegar yo...
11:30. No sé si me ha resultado más extraño ver antes a la gente durmiendo dentro del Rectorado o si encontrármelos ahora en pijama y camisón desayunando por los pasillos del mismo. Sin embargo, con los documentos ya impresos y cubiertos, acabo el papeleo sin mayores dificultades... Con esto de las becas uno nunca sabe a qué atenerse, pero nunca creí que me vería enfrentado a una okupación del Rectorado.
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