Tras decidirlo un poco sobre la marcha, esta mañana Mario y yo (que ya hacía demasiado tiempo que no salíamos juntos) hemos subido a dar una vuelta por el valle de La Hiruela, donde nace el Jarama, justo en el vértice superior del “triángulo” que es la Comunidad de Madrid.
Aunque el sol de febrero ya calienta lo suyo, arriba en la Sierra todavía hace bastante fresco, y el aspecto del paisaje era típicamente invernal. En un prado profusamente salpicado de rosales silvestres, sorprendimos un grupito de pájaros que, asustados por nuestra presencia, dejaron de cebarse en los escaramujos y volaron previsoramente hacia los rebollos cercanos, desde donde nos miraban de reojo. Para mi sorpresa inicial e inmensa alegría posterior, resultaron ser zorzales reales Turdus pilaris; a los que, como a los alirrojos de enero, tenía olvidados desde aquellos días en Noruega, donde abundaban sobremanera por todas partes. Estos túrdidos son bastante gregarios incluso durante la época de cría, y anidan formando colonias laxas, donde todos los adultos colaboran para ahuyentar a posibles depredadores. Paseando por el Campus de Ås era muy frecuente escuchar el reclamo traqueteante, como una metralleta, con el que delataban a los demás la presencia de alguna corneja cenicienta de intenciones poco claras...
Aunque el sol de febrero ya calienta lo suyo, arriba en la Sierra todavía hace bastante fresco, y el aspecto del paisaje era típicamente invernal. En un prado profusamente salpicado de rosales silvestres, sorprendimos un grupito de pájaros que, asustados por nuestra presencia, dejaron de cebarse en los escaramujos y volaron previsoramente hacia los rebollos cercanos, desde donde nos miraban de reojo. Para mi sorpresa inicial e inmensa alegría posterior, resultaron ser zorzales reales Turdus pilaris; a los que, como a los alirrojos de enero, tenía olvidados desde aquellos días en Noruega, donde abundaban sobremanera por todas partes. Estos túrdidos son bastante gregarios incluso durante la época de cría, y anidan formando colonias laxas, donde todos los adultos colaboran para ahuyentar a posibles depredadores. Paseando por el Campus de Ås era muy frecuente escuchar el reclamo traqueteante, como una metralleta, con el que delataban a los demás la presencia de alguna corneja cenicienta de intenciones poco claras...
De vuelta en Madrid a la hora de comer, subí en bus de vuelta a la montaña; pero a San Lorenzo de El Escorial esta vez, donde Javi, mi director, nos había invitado a comer a los becarios del Departamento. Y entre charla y charla se nos fue yendo la tarde... ¡Quién iba a pensar que la vida de puertas afuera de los distintos profesores de Zoología fuese tan interesante! ¡Menudas historias (todas buenas, eso sí)!
2 comentarios:
Mi blog, menos? ¿menos qué? jajaja. Lo del Word es que amarga un poco, aparte tampoco tengo controlada mucho la cosa.jeje (lo del menos supongo que sé por dónde vas. ¿o no?) ;D
...menos cutre. Se me ocurren mil formas menos finas de decirlo; pero dejémoslo así...
Un abrazo, jp; por fin das la cara :-)
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