1/6/15

Lagartijismo 2015: Aranjuez I

¿Y eso, qué viene siendo?
 Yeso. Cristales de yeso especular en concreto: lo que viene siendo la selenita de toda la vida, vamos.Y si hablamos de yeso en el entorno de Madrid, enseguida se ubica uno mentalmente en los cerros del sureste de la Comunidad.

 Y no al este en exceso, pero sí muy al sur: a tiro de piedra del Mar (je) de Ontígola estuvimos el sábado cogiendo lagartijas, en el mismo borde provincial. Y aunque veáis agua en la laguna, de ésa vimos nosotros poca a lo largo del día.

 Estos cerros no es que sean el lugar donde a uno le apetecería pasarse las horas buscando lagartijas al sol, pero tampoco nos quedaba mucha alternativa. En cualquier caso, la zona tiene un gran encanto, pues la vegetación gipsófila forma comunidades muy distintas de las del resto de Madrid.

 Otra cosa es que la vegetación gipsófila de las narices nos lo pusiera demasiado fácil a la hora de cazar las lagartijas, claro. Arriba veis a Andrea, la única (y valiosa) ayuda con que contamos Álex y yo el sábado, enmarañada dentro de una coscoja de la que, entre los tres, terminamos sacando dos bichas con muchos sudores. Éstas, o bien desaparecen en el centro de las espinosas coscojas, o bien lo hacen dentro de las densísimas matas de esparto; y si salen es sólo para correr lo justo hasta el siguiente refugio.

 y además, un regalito añadido: por más calor que haga, uno no puede salir al campo en estas fechas sin pantalón largo y botas altas, pues la alternativa es andar a cada paso desenganchando puntiagudas espigas de los pies. Pero en estas zonas, como el esparto tiene las suyas a buena altura, uno se espiga igualmente debajo de los brazos, por detrás de la mochila y por dentro de la cintura.

 ¡Si es que hasta los bichos pinchan! Lo cual no impide que sean además hermosos. La oruga de arriba, llena de mechones de pelos urticantes de todos los colores, pertenece al género Orgyia (O. trigotephras creo que es), además de su extravagancia sigue un curioso ciclo vital. Al pupar el capullo queda recubierto por fuera de la última muda de la oruga, protegido así por esos pelos. Y al abrirse a su debido tiempo... resulta que los  machos tienen el típico aspecto piramidal de polilla gordota, y vuelan de acá para allá siguiendo el rastro de feromonas que dejan las hembras. ¡Y ahí está lo bueno, en las hembras! Pues éstas apenas recuerdan a sus congéneres, ya que son apenas fábricas de huevos, puro abdomen sin alas ni apenas cabeza o patas, que tras la metamorfosis se agarran a sus capullos hasta ser fecundadas, desovan y punto.

Pero no dejéis que os asusten mis historias de calores asfixiantes, plantas con espinas y orugas bizarras. Sobrevivimos, nos lo pasamos muy bien, y además cogimos lagartijas: las típicas lagartijas orientales tan distintas de las occidentales que viven apenas a unos kilómetros: pequeñas, muy rayadas y casi sin rojo. Cuando queráis, podéis acompañarnos a verlas con vuestros propios ojos...

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