1/11/14

Otoños robados

Uno de los dos no es un bosque...
Me consta que para muchos excesivamente apegados a lo contante y sonante, de uno u otro bando (los que quieren conservar la especie X a todo trance... o aquellos para los que que la especie X esté en sus terrenos les impide sacarles todo el jugo económico), hablar de conservación en términos diríamos casi "místicos" es una patochada, un juego teórico que no conduce a nada. Y sin embargo no sólo de pan vive el hombre, sino también de espíritu, de belleza y de variedad. En este sentido, sobran los estudios (incluso revistas hay especializadas en el tema, y no malas) que demuestran los beneficios que reporta al ser humano el contacto con la naturaleza, con una naturaleza viva y variada, aunque sea en un parque. y no me refiero a beneficios en términos de más o menos recursos naturales o cosas así, sino a beneficios directos en términos de salud física y espiritual. El beneficio por ejemplo de sentir el pulso de la vida a través del cambio de las estaciones debería tener una relevancia mucho mayor (o, si quiera, alguna relevancia) a la hora de valorar si queremos que España, del Miño al Bidasoa, siga siendo un eucaliptal que un koala podría recorrer sin bajarse de los árboles; un eucaliptal invariablemente triste e inmutable a lo largo de las estaciones del año...
... Y toda esta reflexión introductoria para comentar que este fin de semana por fin vuelvo a salir al campo, a una zona que, si bien no destaca por poseer tal o cual especie singular (lo "material"), sí lo hace justificadamente por tener uno de los otoños más bonitos de la Península: el entorno de la sierra de Urbión. A la vuelta os cuento si vengo más o menos elevado.

2 comentarios:

Vero dijo...

Qué buena, leída ahora, esta introducción a una de las conclusiones del viaje... Experimentar, vivir, SENTIR, ¡ser feliz!
Me ha encantado! No esperaba menos ;)

Antón Pérez dijo...

Me gusta que te guste ;-)