16/6/13

Pentáfilas de Soto

 ¡Qué solaco hacía ayer en Soto del Real! Lo acusaba la hierba, incluso allí arriba y aún con nieve en la Sierra; y lo acusábamos nosotros, más aún cargando el material de campo de Jaime por la dehesa adelante...
 Menos mal que los robles melojos, ya completamente brotados, daban buena sombra al que la quisiera...
 ... caballos y mulos incluidos.
 A la sombra de los melojos la hierba todavía estaba verde; y es de agradecer librarse de la plaga de las espiguillas que se le meten a uno por todo el pie, de las que no hay quien se libre en casi todo el resto de España... Pero claro, la primavera está ya demasiado adelantada, el calor, quieras que no, aprieta, y son pocas las flores que quedan. Los rosales eran de los pocos que estaban llenos de ellas; bien bonitas, por cierto: me gustan mucho más las flores sencillas de cinco pétalos de los rosales silvestres Rosa sp. que las formas cultivadas de flores dobles. Las flores dobles se originan normalmente por mutaciones que transforman estambres u otros antófilos en pétalos, de forma que muchas flores dobles son además estériles.
 La reina de los prados Filipendula vulgaris no parece una rosácea; pero lo es: sus flores vistas de cerca no dejan lugar a dudas.
 En cambio la hierba turmera Tuberaria guttata, a pesar de lo mucho que se parece superficialmente, con esos cinco pétalos también; es una cistácea: una especie de jara en miniatura.
 Y el lino Linum sp. tiene también cinco pétalos, pero no pretende engañar a nadie...
Y cinco... pollos, para terminar. Ya grandecitos y deseando salir a conocer mundo. Jaime acaba esta temporada el trabajo de campo de su tesis; y esta temporada está ya a punto de terminar... tras haberle acompañado estos cinco años pasados, a saber cuánto tardo yo en volver a ver un pollo de estornino....

4 comentarios:

Sergio de Carabias dijo...

Antón, Antón... ¿qué es ese metal que rodea la entrada de la caja nido? ¿una especie de protección frente a pájaros carpinteros?

Antón Pérez dijo...

¡Hola, Sergio! :-) No, es el detector de un lector de microchips que va en una cajita adosada a la caja-nido. Los estorninos están marcados con un microchips como los de los perros, y usando estos lectores Jaime y sus compañeros pueden saber qué ejemplares ocupan cada caja sin necesidad de capturarlos.

Sergio de Carabias dijo...

Jamás hubiera imaginado tal cosa... alucinante

Antón Pérez dijo...

Ya ves; hay gente por ahí con muy buenas ideas :-)