El viaje a Tarifa, con una primavera reventona que le alegraba a uno el alma, tuvo también un par de sorpresas desagradables…
a La primera, esta costilla. Un pequeño cepo para capturar pajarillos que al cerrarse no hace distinción entre grande o chico, escaso o no; por lo que está prohibido en todo el territorio nacional, y en general en todas partes donde haya algo de sentido común. Pero el vicio del pajarito frito sigue tirando de algunos estómagos que piensan que las leyes no van con ellos…
La segunda, Negrillo (o Cái, como quería bautizarlo Sofía): Un labrador-like jovencito, negro como el carbón y majo como él solo; que rondaba ya por la zona cuando llegamos el jueves al Tiradero. Echó el día con nosotros, mostrando a las claras que no estaba para nada asilvestrado. Nos fuimos a dormir y el viernes por la mañana estaba como un clavo donde lo habíamos dejado; JPT no quiso ni oír hablar de llevárnoslo a Madrid, pero sí accedió con gusto a que lo llevásemos a una perrera de los Barrios, donde por lo menos no se moriría de hambre… El chasco fue, al llegar a casa y querer buscar algo en Internet del sitio, comprobar que dicha perrera salía en todos los foros como el mayor campo de exterminio de chuchos de España… Espero por lo menos que el pobre Negrillo, que muy listo no parecía, se hubiese perdido; por el bien de la madre de alguno…
2 comentarios:
Buahhhh. No, si a veces no se sabe que es mejor hacer.
La verdad...
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