Cualquier parecido de nuestra ruta final con la que originalmente habíamos diseñado allá por el mes de abril ha sido pura coincidencia: la tónica general de estas dos semanas fue la de, una vez acabada una localidad, coger el mapa de carreteras y decidir sobre la marcha cuál sería la siguiente, yendo de río en río en pos de los sotos y de sus currucas...
Así, comenzamos deteniéndonos a la vera del Duero el 15 de julio en Tordesillas. El 16 nos encaminamos hacia Mave (norte de Palencia) y de allí el 17 en un tenso viaje (tenso porque llevé un buen trecho la furgoneta, tras más de dos años sin conducir nada más que el carro del supermercado) a Vera de Bidasoa, en Navarra. Siguiendo el ritmo de localidad por día fuimos el 18 a Jaca, y tras acabar allí el 19 y recoger a Carol (la novia de JPT) en Zaragoza nos detuvimos otro día en Zuera, justo al norte de la capital maña. El 20 se nos unió de nuevo en Zaragoza Álvaro, otro profesor de la Facultad, y juntos los seis trabajaríamos el 21 en Andaní (Lleida), junto al Noguera Ribagorçana; el único lugar donde he visto truchas en un carrizal. De allí tiramos millas hacia el este, en un viaje agotador que acabaría en Blanes (Girona) a la una de la mañana, en un hotel cutre, carísimo y lleno de europeos borrachos. Y para más inri, una tormenta del 15. La comarca de La Selva se nos hizo algo más difícil y pasamos allí dos noches. Para compensar, llegamos el 23 después de despedirnos de Carol a Valderrobles, en la Sierra del Maestrazgo (Teruel), donde cogimos un montón de bichos sin apenas despeinarnos y en un entorno la mar de bonito. Nuestro siguiente destino, tras intentar infructuosamente buscar currucas en la zona de Requena, fue Cofrentes, donde echamos dos días junto a una preciosa central nuclear rodeados de millones de mosquitos de picadura dolorosísima. De allí salimos el 26 hacia Andalucía, dejando de paso a Álvaro en Albacete. La zona de Cazorla parecía estar desprovista de currucas (seguramente derretidas de calor) y seguimos devorando carretera hasta Sierra Morena, donde echamos dos días en Aldeaquemada. Finalmente, el 28 llegamos por la tarde a Talavera de la Reina (después de comprobar que en los Montes de Toledo no había nada que rascar), de donde volvimos el día siguiente a casa con la frustración de no haber podido coger la curruca Nº 20.
Así, comenzamos deteniéndonos a la vera del Duero el 15 de julio en Tordesillas. El 16 nos encaminamos hacia Mave (norte de Palencia) y de allí el 17 en un tenso viaje (tenso porque llevé un buen trecho la furgoneta, tras más de dos años sin conducir nada más que el carro del supermercado) a Vera de Bidasoa, en Navarra. Siguiendo el ritmo de localidad por día fuimos el 18 a Jaca, y tras acabar allí el 19 y recoger a Carol (la novia de JPT) en Zaragoza nos detuvimos otro día en Zuera, justo al norte de la capital maña. El 20 se nos unió de nuevo en Zaragoza Álvaro, otro profesor de la Facultad, y juntos los seis trabajaríamos el 21 en Andaní (Lleida), junto al Noguera Ribagorçana; el único lugar donde he visto truchas en un carrizal. De allí tiramos millas hacia el este, en un viaje agotador que acabaría en Blanes (Girona) a la una de la mañana, en un hotel cutre, carísimo y lleno de europeos borrachos. Y para más inri, una tormenta del 15. La comarca de La Selva se nos hizo algo más difícil y pasamos allí dos noches. Para compensar, llegamos el 23 después de despedirnos de Carol a Valderrobles, en la Sierra del Maestrazgo (Teruel), donde cogimos un montón de bichos sin apenas despeinarnos y en un entorno la mar de bonito. Nuestro siguiente destino, tras intentar infructuosamente buscar currucas en la zona de Requena, fue Cofrentes, donde echamos dos días junto a una preciosa central nuclear rodeados de millones de mosquitos de picadura dolorosísima. De allí salimos el 26 hacia Andalucía, dejando de paso a Álvaro en Albacete. La zona de Cazorla parecía estar desprovista de currucas (seguramente derretidas de calor) y seguimos devorando carretera hasta Sierra Morena, donde echamos dos días en Aldeaquemada. Finalmente, el 28 llegamos por la tarde a Talavera de la Reina (después de comprobar que en los Montes de Toledo no había nada que rascar), de donde volvimos el día siguiente a casa con la frustración de no haber podido coger la curruca Nº 20.
Total, 11 localidades; más las dos de Mallorca 13, lo que a más de 20 currucas por sitio hacen un bonito total de un porrón de tubitos con sangre que procesar ahora en agosto para volar luego con ellas a Suecia... Pero eso no será ahora; de momento va siendo hora de volver a donde el cielo es siempre gris.
2 comentarios:
Bienvenido a Galicia: y qué temperatura tan perfecta hace aquí. Al principio del relato me dabas envidia, pero pensando en el calor que habrás pasado se me quitó toda. Disfruta de san Fiz
¿Calor? Calor es poco, ha sido infernal...
Gracias por la bienvenida :-); saludo al santo de tu parte!
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