17/3/14

Entre bolos y lanchas

 La vegetación cambia por completo, claro, pero el paisaje del pie de sierra de Madrid me recuerda mucho al de los tojares gallegos, con moles graníticas aflorando por doquier y tomando formas diversas, pero siempre redondeadas, amables; ideales para trepar y posar un rato.

 El sábado sacamos apenas un rato por la tarde para dar una vuelta, pero estando este final de invierno tan bonito como está hubiera sido delito no salir a pisar un poco el monte. Así que en un tris nos plantamos en Hoyo de Manzanares, donde escogimos una de las muchas rutas señalizadas del entorno del pueblo. Con el día ya en retirada, estaban ya casi todos los bichos "con un pie en la cama", pero los juegos que luces, cambiando a cada minuto, le dan al ambiente una vida distinta.

 Llegamos por fin, ya sin sol, al final de nuestra ruta: la cascada del Covacho. El texto que os enlazo arriba recomienda visitarla fuera de la época estival, "para poder observar la cascada en todo su esplendor"... hombre: no diré que he visto retretes donde el agua caía con más esplendor, pero sí es cierto que aquello no era precisamente el Niágara... En cualquier caso no buscábamos ducharnos, sino sólo dar una vuelta agradable; objetivo que quedó sobradamente cubierto.

 Además, que ya tocaba subir alguna foto de narcisos, ¿no? ¡Que estamos en la época! Unos Narcissus triandrus os traigo: ésos que, por comunes, se quedaron sin foto el año pasado...

 Y ya de vuelta hacia el coche, sin sol y con la luna asomando el hocico, el rojizo crepuscular se torna poco a poco en morado nocturno. Tras cenar opíparamente en Hoyo paramos un rato de nuevo en Los Camorchos, justo cuando la cámara se quedaba sin batería... así que no os queda otra: echadle un ojo a las fotos de hace una semana, que es más o menos lo que vimos.

Y aquí, si conseguís desviar la mirada del esplendoroso chorro de agua, podéis vernos a los tres. Falta Sirin; claro, alguien tenia que hacer la foto...

2 comentarios:

Vero dijo...

El que mejor ha salido es nuestro amigo invisible, entre Raquel y yo...

Antón Pérez dijo...

Cierto; y qué majo era el tío, ¿eh?