24/8/13

Atravesando la isla de nuevo (Expedición Autodate, IV)

 Tanto la entrada de ayer como la de anteayer correspondían a la jornada del miércoles 14, en la que nos dimos un buen paseo de cabo a rabo de la isla. El jueves volvimos a cruzarla, pero ya con más calma y con otros objetivos. Antes paramos de nuevo (y no sería la última vez) en el mirador de La Grimona, a hacerle una visitilla a las rabiches. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando, por un único par de palomas rabiches que vimos posadas, apareció también un grupete majo de palomas turqués Columba bollii; la especie de las endémicas que me quedaba por tachar y octavo (y último :-/) bimbo alado del viaje :-D No siendo por la ausencia de manchas blancas en cuello y alas, esta especie recuerda mucho a la paloma torcaz, que no en vano (junto con la paloma de Madeira C. trocaz, otra especie frugívora especialista de la laurisilva) es su pariente más próximo. La sorpresa, decía, vino porque la paloma turqué suele aparecer en zonas más forestales, y no en barrancos como la rabiche; pero el verano es el verano, el hambre y el calor aprietan y no era plan de dejar que se perdieran los frutos de estos cortados...

 Atrás quedaron las palomas, y nos perdimos un poco isla arriba; por pueblos cuyo atractivo turístico no reside en las playas, sino en lo bien que se conservan. El trabajo de marquetería y ebanistería de las celosías y balcones de muchas casas era digno de admirarse...

 ... Pero claro, no va con nosotros eso de echar mucho tiempo lejos del monte, jeje. El árbol de la imagen os sonará casi tanto como el Roque Cinchado del Teide: es efectivamente el añejo drago de Icod de los Vinos. Dándole prestancia, medra a su alrededor el jardín del "Parque del Drago", donde están plantadas sobre todo especies propias de las islas, con lo que visitándolo pudimos ponerle nombre (y olvidarlo al punto, me temo) a muchas de las plantas que habíamos visto o nos quedaban por descubrir.

 Y los lagartos que no falten, claro...

 Otro más; todos bien cerca de la sombra, como veis. Cosa que deberíamos haber hecho más a menudo también nosotros, pues este mes de agosto en Canarias el sol está apretando de lo lindo...

 A esta pobre salamanquesa ("perenquenes", que se laman en Canarias) en cambio fuimos a despertarla mientras reposaba tras unos tablones en el jardín junto con otras compañeras. Es un perenquén de Delalande Tarentola delalandii, especie exclusiva de Tenerife y La Palma (y por tanto nueva para el que esto escribe :-D) muy similar a la salamanquesa común peninsular, pero de talla algo mayor. Especie nueva, como digo, pero que ya nos habíamos tachado el día anterior (aunque las circunstancias de dicho bimbo pertenecen ya a otra historia, y debe ser contada en otra ocasión); aunque no os llevéis por eso la impresión de que resultaban abundantes, más bien todo lo contrario... De hecho Javi y yo hemos vuelto muy extrañados de lo difíciles de ver que resultaron ser las salamanquesas, a pesar de lo abundantes que mencionan las guías que son; y ya os adelanto que con las lisas (eslizones Chalcides spp. también propios de Canarias) nos fue aún peor, y que no vimos ni la primera...

 Y me pregunto yo si estas gallináceas, que aparecían de la nada un poco por todas partes, no tendrán algo que ver... Al menos eran bien bonitas; nada que ver con las gallinas marrones "de montón". Aunque es verdad que rara es la gallina tan fea que no me guste :-)

 Y ¡oh, sorpresa! En una cueva dentro del jardín está recreado un enterramiento guanche con momia incluida. El montaje resultaba bastante instructivo y "neutro"; pero unas señoras rusas que iban a entrar después de nosotros no se atrevieron del miedo que les entró...

 Dejando atrás Icod, remontamos la ladera, curva tras curva, cada vez más altos y más adentro... Las carreteras secundarias de Tenerife tienen justa fama de ser estrechas y llenas de curvas; y por eso la inmensa mayoría de los turistas tiende a evitarlas. Y es una pena, porque se pierden con ello paisajes que nada tienen que ver con los de las zonas bajas (o los de las Cañadas) y que merecen mucho la pena.

Y Masca por fin, el pueblo donde comimos, sobre una arista que se yergue en la cabecera de una garganta impresionante que baja hasta el mar, abriéndose en medio de Los Gigantes. El paisaje, que en la (mala, horrible) foto luce bastante árido, suele mantenerse muy verde durante gran parte del año; cuando se toman las fotos que uno asocia con este lugar.

Por la tarde bajamos a bucear a la playa, a una zona muy prometedora en la que en cambio, debido al montón de gente que había, a la horrible luz del atardecer que nos daba de lleno y a que no dejaba de entrarme agua en las gafas, lo pasé bastante mal. Aun así había muchas cosas que ver y que comentar; pero lo dejo para otra entrada que haga hablando de las otras dos ocasiones (mucho más satisfactorias) en que nos acercamos a ésta y otra playa.

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