18/9/12

Cambiar de rollo

 Está bien cambiar de rollo de vez en cuando; ser un poco polivalente... si no fuese así, si por ejemplo solo viviese emperrado en los bichos con plumas, este fin de semana hubiera rayado en el fracaso; pues pájaros vimos pocos, y además normalitos... Pero cuando uno levanta la cabeza y contempla el paisaje, Cazorla, a pesar de los calores estivales, tiene su puntito cautivador.
 Y al descender de nuevo a los detalles, uno ya se enamora por completo: no creo que haya nada más atrayente a 30ºC que una poza de aguas cristalinas, de las que el río Borosa iba bien servido.
 Normal que la lagartija de Valverde Algyroides marchi, que gusta de la sombra y la humedad, no se separe un ápice de las rocas del cauce. Y sí, recordáis bien lo que ponía en la entrada anterior: esta lagartija descubierta para la Ciencia hace poco más de cincuenta años y endémica de la zona era nuestro principal objetivo del fin de semana, así que tras haberla visto el sábado por la mañana no podíamos estar más contentos :-D
 Subiendo todo el tiempo junto al Borosa, la ruta se encañona en la cerrada de Elías, uno de los lugares más bonitos que he visitado últimamente.
 En las paredes de la cerrada, rezumantes de humedad, medra además otro de los muchos endemismos botánicos del Parque Natural: la grasilla Pinguicula vallisneriifolia, planta carnívora muy distinta, con sus largas hojas, de las otras especies del género presentes en España. Esas hojas están cubiertas de una sustancia adherente donde quedan pegados mosquitillos y otros bichos que luego la planta digiere. Al llegar a finales de verano la planta estaba ya algo pocha, pero si clickáis en el nombre podréis verla en todo su esplendor primaveral.
 Una gran chicharra de montaña áptera, de esas que tanto me gustan y os enseñé hace tres meses. Esta se paseaba tan tranquila junto al centro de visitantes del parque.
 En la sierra de Cazorla nace también el Guadalquivir, antes de atravesar Andalucía entera y morir junto a Doñana. El nacimiento en sí estaba seco, pero corrían por los alrededores varios regatillos, también de aguas muy limpias, donde además de abrevar un grupo de muflones a los que dimos un buen susto, nadaban tan campantes las larvas de nuesta otra especie objetivo: el sapo partero bético Alytes dickhilleni, también endémico de las serranías del sur.
Buscando un poco, Javi encontró este chiquitajo recién metamorfoseado; como una uña de grande, pero mucho más lucido en foto que un renacuajo. El sábado por la noche, a orillas mismas del Guadalquivir (que se cruza en dos saltos justo junto al camping donde nos quedábamos), encontró Javi un adulto rematadamente bonito.
Y además de herpetos cazorleños; ciervos, gamos, zorros, gente de lo más variopinta... y una parada en Alcázar en el camino de vuelta, para (ahora sí) dedicar un par de horas intensivas e intensas a los pajarillos. Un viaje la mar de aprovechado; y qué bien, que apenas quedan días para el siguiente :-)

2 comentarios:

Sonia dijo...

Ciertamente un sitio muy bonito. Congratulaciones por vuestros descubrimientos herpetológicos. Yo no soy capaz de ver tantos bichos, jo...
La plantita esa es muy modosita... Jamás hubiese dicho que es carnívora.

Antón Pérez dijo...

Lo de los bichos es cuestión de práctica; y la buena compañía ayuda mucho ;-)
Y la planta "modosita"... amplía la foto, ¿ves cada uno de los puntitos? Pues es un bicho que pensaba igual que tú, jeje.