14/12/15

Arrozales pacenses (Vertebrados revisited, I)

 Tras un domingo Gaudete lo suficientemente soleado como para que el cielo se tiñera de rosa, amanece hoy Madrid nublada y lloviznosa, muy ligeramente me temo; no sé si llegará para limpiar un tantito el aire, y desde luego no para esponjar lo suficiente el suelo. Hace una semana el sol y el calor seguían siendo igual de atípicos para diciembre, pero no me quejaba tanto como hoy, que estaba de viaje, ¡y menudo el viaje que nos metimos entre pecho y espalda Raquel, Vero y yo! Forzando la salida el viernes por la tarde para dormir ya en nuestro primer destino, a lo largo de cuatro días recorrimos el sur de Extremadura, Doñana, las marismas del Odiel y Despeñaperros, en un remedo muy nostálgico y plenamente satisfactorio de las excursiones de Vertebrados, a las que fui como alumno y como profesor (1 y 2).

Un alcaudón real Lanius meridionalis sobre un alambre de espino, estampa de lo más habitual en invierno y de la que os hablaba hace apenas dos entradas. Comentábamos Vero y yo (y no sé cuánto de subjetivo o de objetivo habrá en ello, espero que más de lo segundo) que cada vez que venimos a Extremadura, ya sea invierno o verano, nos da la impresión de que es cruzar el límite regional y empezar a ver bichos a paladas, y además bichos chulos, y con observaciones de calidad. Desde luego el sábado no le fue a la zaga...

Empezamos por la mañana recorriendo los arrozales de las Vegas Altas del Guadiana. Eran muchas las aves que se dejaban ver en estos cultivos, sobre todo en aquellos por los que estaba pasando o había pasado hace poco un tractor roturando el terreno (fangueando), removiéndolo todo y exponiendo cangrejos, gusanos y otras bestezuelas. Abundaban las garzas de varios tipos, limícolas, ánsares y patos, los tremendamente atractivos bengalíes y picos de coral, un ruiseñor pechiazul Luscinia svecica que me hizo especial ilusión, porque hacía muchos años que no lo veía...

... y grullas, claro está: montones de grullas, que igual que empezaron aprovechándose del hombre al consumir las bellotas de las dehesas, lo hacen ahora aprovechando los granos caídos de arroz en los rastrojos anegados. Una curiosidad: no sé si habíais tenido alguna vez la ocasión de fijaros en que la mancha roja de la cabeza de las grullas, no está formada por plumas rojas, sino que en realidad es un parche de roja piel desnuda.

Y cierro ya esta primera entrada de la serie con una imagen del entorno del embalse de Sierra Brava, un paisaje ligeramente ondulado, herboso y con unos curiosos afloramientos cuarcíticos ("dientes de perro") asomando aquí y allá: un paisaje característico de la comarca al sur de las Vegas Altas, que visitaríamos el sábado por la tarde: La Serena... ¿Y que qué es ese bicho del poste, preguntáis? Nah, un águila perdicera Aquila fasciata, lo normal... que para eso estábamos en Extremadura.

* Por cierto: las fotos de esta entrada, y las de las que seguirán, son de Vero. En algún momento de la salida al Campillo con los alumnos del miércoles pasado me temo que perdí mi cámara de fotos, y lo que más me fastidia es que no había descargado aún las que hice durante el puente :-(

2 comentarios:

Vero dijo...

Ay, qué emoción de entrada, qué finde más bonito y lleno de bichos!

Siento muchísimo lo de tu cámara (de verdad), pero tengo que decir que tus entradas se han visto favorecidas, jajaja!

Seguimos leyéndote ;)

Antón Pérez dijo...

No, si no será por las pocas veces que me has dicho lo poco que te gustaban las entradas con mis fotos :-p